La Planta Soñadora y la Niña del Jardín
Había una vez en un hermoso jardín, lleno de flores de todos los colores y árboles frondosos, una planta llamada Verdina. Verdina siempre se sentía un poco molesta, ya que no quería ser una planta. Su mayor deseo era convertirse en un ave para poder volar alto y bailar entre las nubes. Cada día, se asomaba a las hojas de los árboles y admiraba a los pájaros que caían y volaban con tanta libertad.
- ¡Oh, quisiera ser un ave! - suspiraba Verdina - Poder surcar los cielos y sentir el viento entre mis hojas.
Pero, cada vez que un pájaro pasaba volando, Verdina se sentía aún más triste al ver cuán maravilloso era ser un ave. Hasta que un día, una niña llamada Clara llegó al jardín. Clara era muy curiosa y cariñosa. Le encantaba explorar y descubrir cosas nuevas en la naturaleza.
El primer día que Clara llegó, se acercó a Verdina y exclamó:
- ¡Qué planta tan hermosa! ¡Me encanta su color verde y esas hojas tan grandes!
Verdina se ruborizó un poco, aunque era solo una planta.
- ¿De verdad? - preguntó, sorprendida.
- ¡Sí! - respondió Clara, sonriendo - Cada planta tiene su propia belleza. Pero tú, mi querida Verdina, eres especial.
Verdina nunca había escuchado algo tan bonito y, por primera vez, sintió una chispa de alegría. Sin embargo, aún deseaba ser un ave. Los días siguieron pasando, y Clara volvía todos los días a regar y cuidar del jardín. La niña hablaba con Verdina mientras plantaba semillas y recolectaba flores.
- ¡Eres mi amiga favorita! - exclamaba Clara mientras acariciaba las hojas de Verdina - Me haces feliz solo con estar aquí.
Verdina, sintiendo el amor que Clara le transmitía, comenzó a darse cuenta de que quizás no necesitaba ser un ave para ser feliz. Pero, aun así, su deseo de volar no desaparecía.
Un día, mientras Clara jugaba en el jardín, vio un grupo de pájaros volando juntos y, con un aire de tristeza, le dijo a Verdina:
- Ojalá pudiera volar como ellos. ¿No sería maravilloso ser un ave y ver el mundo desde lo alto?
Verdina se sorprendió. - ¡Pero Clara! - dijo entusiasmada - ¡Tú puedes volar! No con alas, pero con tu imaginación.
Clara miró a Verdina, confusa - ¿Cómo podría hacer eso?
- Cada vez que miras hacia los cielos, ¡cierra los ojos y deja volar tu mente! - le propuso.
Clara, emocionada, decidió intentarlo. Cerró los ojos y comenzó a imaginar que volaba. En su mente, sentía el aire fresco y la libertad. Cuando abrió los ojos, una gran sonrisa llenó su rostro. - ¡Puedo sentirme como un ave! - gritó feliz.
- ¡Ves! - dijo Verdina llena de entusiasmo - ¡No necesitas ser un ave para volar! ̵
Poco a poco, Clara comenzó a volver al jardín no solo para cuidar a Verdina, sino también para soñar y explorar su propia imaginación.
Una tarde, mientras Clara soñaba y se imaginaba volando, una suave brisa sopló por el jardín y una flor de un árbol cercano se desprendió de su rama. Esta flor cayó justo al lado de Verdina.
- ¡Mirá! - exclamó Clara, feliz - La vida siempre está llena de sorpresas.
A medida que pasaban los días, Verdina se sentía más importante, no solo por ser admirada por Clara, sino también por ser la inspiración que le ayudaba a soñar. Entonces, un día, decidida a hacerlo sin importar lo que le dijeran las otras plantas, Verdina se dirigió a las hojas cercanas.
- ¡Comencemos a soñar! ¡Imaginen que podemos volar como los pájaros!
Las otras plantas, al principio sorprendidas, comenzaron a unirse. Una noche, mientras miraban las estrellas, Verdina les enseñó a todos a imaginar que estaban volando.
Al día siguiente, Clara llegó y se encontró con un jardín lleno de plantas que parecían querer alzar el vuelo.
- ¡Increíble! - exclamó Clara, sin poder creer lo que veía.
- ¡Mirá, Clara! - le dijo Verdina - ¡Ahora volamos juntas en nuestros sueños!
Clara abrazó a Verdina con amor. - ¡Y tú me ayudas a soñar! -
Desde ese día, el jardín se llenó de alegría. Clara y Verdina encontraron una conexión especial, aprendiendo que no se necesitaba tener alas para volar. La felicidad está en los sueños y en compartir esos momentos con quienes amamos. Verdina descubrió que ser una planta era realmente especial, pues también podía hacer felices a otros.
Y así, en aquel precioso jardín, una niña y una planta se convirtieron en las mejores amigas, enseñando a todos que la verdadera magia está en el amor y la amistad.
FIN.