La Plantita Cuidadosa



En un pequeño barrio de Buenos Aires, donde los árboles cantaban con el viento y las flores sonreían al sol, vivía una plantita muy especial llamada Flora. Flora no era una planta cualquiera; ella tenía la capacidad de hablar y pensaba que podía enseñar a los niños a cuidar del mundo.

Un día, un grupo de niños de cinco años, liderados por su amiga Sofía, decidieron ir al parque a jugar. Sofía siempre les decía:

"Vengan, chicos, vamos al parque a jugar al escondite. ¡Es divertidísimo!"

Sin embargo, mientras jugaban, se dieron cuenta de que el área del parque estaba muy descuidada y llena de basura. Flora, que estaba plantada cerca, escuchó sus risas y se acercó.

"¡Hola, niños! Soy Flora. ¿Por qué están tan felices en un lugar tan sucio?"

Los niños, asombrados al ver que una planta hablaba, respondieron:

"¡Hola, Flora! No nos fijamos en eso, estamos aquí para jugar!"

"Pero jugar es más divertido en un lugar limpio y hermoso. ¿No creen?" dijo Flora, con un tono de preocupación.

Intrigados, los niños se acercaron a ella y comenzaron a mirarla con curiosidad.

"¿Cómo podemos ayudar, Flora?" preguntó Juanito, uno de los niños más valientes del grupo.

"¡Es muy fácil! Pueden ayudarme a limpiar este parque. Si lo hacen, les enseñaré a cuidar a las plantas como yo!"

Los niños se miraron unos a otros, emocionados con la propuesta.

"¡Vamos a hacerlo!" gritaron al unísono.

Con sus pequeñas manitos, empezaron a recoger la basura. Mientras tanto, Flora les daba instrucciones:

"Así, bien ahí. Tomen esa botella y la llevan al cesto. ¡Perfecto! Ahora, ¿alguno de ustedes sabe cuánta agua necesita una planta?"

"Yo, yo sé!" gritó Valentina. "¡Una planta necesita agua para vivir!"

"Así es, Valentina. Cada planta tiene sus propias necesidades. Algunas necesitan más sol, otras más sombra. Deben observar para aprender!" dijo Flora, animándolos.

Mientras limpiaban, sucedió algo mágico. Al caer el sol, una luz hermosa comenzó a brillar alrededor de Flora.

"¡Wow! ¡Tu brillo es increíble! ¿Por qué brillas, Flora?" preguntó Lucas, maravillado.

"Brillo porque estoy feliz y porque tengo sus cuidados. Si todos colaboran, el amor que sienten por las plantas puede hacer que el mundo florezca. ¡Miren lo que han hecho!"

Los niños, al mirar a su alrededor, vieron que el parque ahora estaba limpio y lleno de vida.

"¡Hicimos un gran trabajo!" exclamó Sofía, sonriendo de oreja a oreja.

Flora, emocionada, continuó:

"Y esto solo es el comienzo. Si todos cuidan el medio ambiente, juntos podemos hacer la diferencia. A partir de hoy, cada vez que vengan al parque, cuiden de mí y de todas las plantas que encuentren. ¡Prometan que lo harán!"

Los niños, llenos de entusiasmo, levantaron la mano y prometieron:

"¡Lo prometemos, Flora! Vamos a cuidar de las plantas y de nuestro parque. ¡Vamos a hacer de este lugar el mejor del mundo!"

Y así, cada semana, los niños regresaban al parque. Se turnaban en tareas de limpieza y incluso plantaron nuevas flores con Flora como su guía. Con el tiempo, el parque se convirtió en un lugar hermoso.

Flora estaba tan feliz que florecía aún más, y siempre les decía:

"Recuerden, chicos, cuidar la naturaleza es una aventura maravillosa que nunca termina. ¡Sigamos creciendo juntos!"

Así fue como un grupo de niños y una plantita dedicada hicieron de su pequeño mundo un lugar mejor. Todos aprendieron que cuidar el planeta no solo era un deber, sino también una forma de ser felices y hacer felices a quienes los rodeaban. Y de esa manera, Flora y los niños vivieron felices por siempre, creando un mundo lleno de amor y respeto hacia la naturaleza.

FIN.

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