La Plaza Pegajosa


Emma era una niña muy curiosa y aventurera. Un día, mientras paseaba por el parque de su barrio, descubrió una plaza llena de caramelos de colores.

Se acercó corriendo para ver si eran reales y al probar uno, se dio cuenta que sí lo eran. - ¡Mamá, mamá! ¡Ven a ver esta plaza de caramelos! - gritó Emma emocionada. Su mamá se acercó y también quedó sorprendida al ver la cantidad de caramelos que había en ese lugar.

- ¿De dónde salieron todos estos caramelos? - preguntó la madre de Emma. Pero nadie sabía la respuesta. Decidieron disfrutar del momento y comer algunos caramelos juntos.

Sin embargo, después de un rato, empezaron a notar algo extraño: los caramelos no desaparecían nunca. - Mamá, esto es raro... Los caramelos no se terminan nunca - dijo Emma preocupada. La madre intentó sacar algunos caramelos más pero notó que ya no podía mover su mano.

Los dedos estaban pegados al caramelo como si fuera una especie de pegamento. - Tenemos que salir rápido de aquí - dijo la madre mientras trataba de liberarse del caramelo pegajoso. Pero ya era demasiado tarde.

Toda la plaza estaba cubierta con una sustancia viscosa que hacía imposible caminar o moverse libremente. La madre trató de llamar a alguien para pedir ayuda pero su celular tampoco funcionaba.

Emma empezó a llorar asustada y pensando que iban a quedar atrapadas ahí para siempre. Pero entonces recordó algo importante: había leído en un libro que había que buscar soluciones creativas para salir de situaciones difíciles. - Mamá, tenemos que hacer algo diferente - dijo Emma con decisión.

- No podemos quedarnos aquí esperando a que alguien nos rescate. La madre la miró con sorpresa y orgullo por la valentía de su hija. Juntas empezaron a pensar en soluciones creativas para liberarse del caramelo pegajoso.

- ¡Ya sé! - exclamó Emma. - Si ponemos los caramelos al sol, se pueden derretir y así podremos salir de aquí. La madre asintió emocionada y juntas empezaron a reagarrar todos los caramelos que pudieron encontrar.

Los pusieron sobre una manta y las dejaron bajo el sol durante varios minutos. Poco a poco, los caramelos se fueron derritiendo hasta convertirse en una especie de líquido viscoso pero menos pegajoso que les permitió moverse libremente.

Emma y su madre salieron corriendo de la plaza hacia casa mientras celebraban su victoria sobre el caramelo pegajoso. Desde ese día, aprendieron la importancia de ser creativos y buscar soluciones diferentes cuando enfrentan situaciones difíciles.

Y aunque nunca supieron cómo llegó esa plaza llena de caramelos, siempre recordarán esa aventura como una experiencia única e inolvidable.

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