La pluma de la paciencia
Había una vez un niño llamado Lucas, que siempre estaba enojado. Cada pequeña cosa lo hacía enfadar y no sabía cómo controlar su ira.
Un día, después de haber tenido una discusión con su hermano menor, Lucas estaba tan furioso que comenzó a golpear la almohada en su habitación. No podía dejar de pensar en todo lo que le había molestado ese día. De repente, entró su mamá a la habitación y lo vio llorando.
"¿Qué pasa mi amor?", preguntó ella mientras se acercaba para darle un abrazo. Lucas se sintió reconfortado por el cálido abrazo de su mamá y poco a poco fue dejando atrás todo el enojo que tenía acumulado dentro de él.
"No sé cómo controlar mi ira", dijo Lucas sollozando. Su mamá le explicó que era normal sentirse enojado pero también era importante saber cómo manejarlo.
Le enseñó algunas técnicas para calmarse como respirar profundo y contar hasta diez antes de hablar o hacer algo impulsivo. Pero además, esa noche mientras paseaban por el parque juntos, Lucas encontró una pluma hermosa tirada en el camino. La tomó entre sus manos y notó lo suave que era al tacto.
De repente, sintió como si toda la tensión hubiera desaparecido de su cuerpo. "Esta pluma es mágica", pensó Lucas emocionado. Desde ese momento, cada vez que se sentía molesto o frustrado buscaba esa pluma especial para ayudarlo a calmarse.
Un día cuando llegaron a casa después del colegio, Lucas descubrió que su hermano menor había roto uno de sus juguetes favoritos. En lugar de enojarse como solía hacerlo, respiró profundo y tomó su pluma mágica.
"No pasa nada", dijo con calma. "Podemos arreglarlo juntos". Desde ese día, Lucas aprendió a controlar su ira y a encontrar formas saludables de expresar sus emociones.
Ya no necesitaba la pluma mágica para calmarse porque había descubierto el poder de la paciencia, el amor y la comunicación. Y así, Lucas se convirtió en un niño feliz y tranquilo que disfrutaba cada momento junto a su familia y amigos.
FIN.