La Pluma de los Sueños



Era una tarde soleada en el barrio, y Tito y Lola estaban paseando por el parque. Mientras jugaban al escondite, de repente, Lola tropezó con algo inusual en el suelo. - ¡Mirá, Tito! - gritó emocionada. - ¡Encontré una pluma gigante y brillante!

Tito se acercó corriendo y, efectivamente, allí estaba, una pluma del tamaño de un brazo, con destellos de colores que reflejaban el sol.

- ¡Es maravillosa! - exclamó Lola con ojos brillantes. - ¡Seguro que trae deseos!

Tito, aunque admiraba la pluma, sabía que debía ser honesto. - Lola, creo que es solo una pluma, no podemos pedir deseos con ella.

Lola frunció el ceño. - Pero, Tito, ¿no has escuchado que algunas plumas pueden hacer que nuestros sueños se hagan realidad?

Tito se encogió de hombros. - Puede ser, pero lo mejor es que tratemos de ver qué podemos hacer con ella.

Intentando alegrar a su amiga, Tito tuvo una idea. - ¿Qué tal si la llevamos a casa y hacemos un artefacto volador? ¡Podríamos llamarlo 'El Avión de los Sueños'!

La cara de Lola se iluminó. - ¡Eso es! Podemos pintarla de colores y ponerle un nombre.

Al llegar a casa, los dos se pusieron manos a la obra. Pintaron la pluma de un color brillante y escribieron juntos diferentes deseos en pequeños papeles que pegaron a su alrededor. - ¡Con esto, estaremos más cerca de nuestros sueños! - dijo Lola, mientras sonreía.

Pero mientras trabajaban en su proyecto, Tito no podía dejar de pensar en lo que había dicho antes. Sabía que Lola tenía una imaginación desbordante y que, a veces, era mejor dejarla soñar un poco.

Al día siguiente, decidieron llevar su creación al parque. - ¡Mirá cómo vuela! - gritó Lola mientras, con un soplo, hacían que la pluma girara en el aire.

De repente, un grupo de niños se acercó. - ¿Qué es eso? - preguntaron con curiosidad.

- ¡Es el Avión de los Sueños! - dijo Lola orgullosa. - ¡Con esta pluma les podemos pedir deseos!

Tito, aunque dudaba, no quería romper la ilusión de su amiga. - Sí, claro, pero para que nuestros deseos se cumplan, debemos trabajar juntos y ser buenos amigos.

Los niños, encantados, comenzaron a acercarse y aportar sus propios deseos. - Quiero un perro - dijo uno. - Yo deseo ser astronauta - comentó otra.

Tito y Lola escuchaban emocionados, y juntos comenzaron a hablar sobre cómo hacer realidad esos deseos. Compartieron ideas de cómo ser buenos cuidadores de mascotas, cómo estudiar mucho para ser astronautas, y cómo trabajar en equipo.

El día siguió transcurriendo entre risas y nuevas inspiraciones. Cuando el sol comenzó a ocultarse, todos los niños se despidieron de Tito y Lola, prometiendo volver al día siguiente para seguir creando sus pasos hacia los sueños.

Mientras caminaban de regreso a casa, Lola miró a Tito y le dijo: - Me alegra que la pluma no solo fuera una pluma.

- ¿Por qué lo dices? - preguntó Tito con curiosidad.

- Porque hicimos algo increíble. Hicimos que otros soñaran junto a nosotros. Y eso, Tito, es más importante que cualquier deseo.

Tito sonrió, dándose cuenta de que había aprendido algo valioso.

- Tenés razón, Lola. A veces, sólo se necesita un poco de magia para unir a las personas y hacer que los sueños se conviertan en realidades compartidas.

Y así, aunque la pluma había sido solo eso, un objeto brillante, se convirtió en un símbolo de la amistad y de la importancia de los sueños compartidos.

Desde ese día, Tito y Lola siguieron explorando, buscando cosas que los inspiraran, creando magia en cada paso que daban juntos, con la certeza de que los sueños, podríamos hacerlos realidad si trabajábamos en equipo.

FIN.

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