La poción mágica de los colores
Había una vez, en un bosque encantado, una bruja muy especial llamada Catalina. Catalina era conocida como la "bruja de los colores" porque tenía el poder de crear pinturas mágicas que transmitían emociones a quien las veía.
Un día, mientras paseaba por el bosque, Catalina notó que todos los colores habían desaparecido. Los árboles estaban grises y tristes, las flores no tenían color y hasta los animales parecían apagados.
Catalina sabía que algo malo estaba sucediendo y decidió investigar. Siguiendo el rastro de un extraño olor a pintura, la bruja llegó a una pequeña cabaña abandonada. Al entrar, encontró a un conejito llorando desconsoladamente junto a un tarro vacío de pintura.
"¿Qué te sucede, conejito?" preguntó Catalina con ternura. El conejito explicó que había encontrado el tarro de pintura mágica y había decidido usarla para hacer felices a todos los habitantes del bosque. Pero accidentalmente había derramado toda la pintura sin querer.
Catalina se dio cuenta de que aquel conejito tenía buena intención pero no sabía cómo manejar el poderoso tarro de pintura mágica. Decidió ayudarle y juntos comenzaron la búsqueda de más ingredientes para crear otra poción mágica.
Durante su búsqueda, se encontraron con diferentes personajes del bosque: una ardilla risueña que les mostró dónde encontrar bayas rojas para obtener el color rojo; una mariposa brillante les indicó donde encontrar flores amarillas para el color amarillo; y un búho sabio les enseñó cómo obtener el color azul a partir de unas hierbas especiales.
Con todos los ingredientes reunidos, Catalina y el conejito regresaron a la cabaña y comenzaron a mezclarlos cuidadosamente siguiendo las instrucciones que habían aprendido. Al final, obtuvieron una nueva poción mágica de colores.
Catalina tomó un pincel y comenzó a pintar cada rincón del bosque. Los árboles recuperaron su verde intenso, las flores volvieron a ser hermosas y los animales se llenaron de alegría al ver todo el bosque lleno de colores vibrantes.
El conejito se sintió orgulloso de haber ayudado en la tarea y le dio las gracias a Catalina por enseñarle cómo usar correctamente la pintura mágica. Desde aquel día, prometió cuidarla siempre.
A partir de ese momento, Catalina decidió compartir su conocimiento con todos los habitantes del bosque. Organizó talleres donde enseñaba a los animales cómo usar la pintura mágica para expresar sus emociones y transmitir mensajes positivos.
Gracias al esfuerzo conjunto de Catalina, el conejito y todos los demás habitantes del bosque, el lugar se convirtió en un verdadero espectáculo de colores vivos que alegraban la vida de quienes lo visitaban.
Y así fue como Catalina no solo recuperó los colores del bosque sino que también enseñó una valiosa lección: que con amor, paciencia y trabajo en equipo podemos hacer cosas maravillosas y llenar el mundo de alegría y color.
FIN.