La Primavera de la Gratitud en Cusco
Era una hermosa mañana de primavera en Cusco. Los niños del vecindario estaban emocionados porque contaban con un día especial; el festival de la gratitud.
Los niños se encontraron en la plaza central, donde estaba la gran cancha de juegos. Valentina, la más entusiasta del grupo, gritó:
- ¡Chicos! ¡Hoy es el día de agradecer a nuestros amigos los animales! ¿Qué deberíamos hacer?
Santiago, con su gorra de béisbol, propuso:
- ¿Por qué no hacemos carteles con mensajes de agradecimiento y los ponemos en todo el barrio? ¡Los animales merecen saber lo mucho que los apreciamos!
Los demás estuvieron de acuerdo, y juntos se pusieron a crear coloridos carteles. Había dibujos de perritos, gatitos, aves y hasta de llamas, representativas de su hermosa región.
Mientras trabajaban, Valentina tuvo una idea brillante:
- ¡Y si invitamos a los animales a nuestra fiesta de la tarde! Podríamos hacerles un banquete con comida para que celebren con nosotros.
- ¡Sí! - respondió Mateo, el más pequeño del grupo. - Yo tengo croquetas que sobraron de mi perra Luli.
Los niños se pusieron a recoger comida de sus casas. Valentina trajo fruta, Santiago galletitas, y los demás contribuyeron con lo que pudieron. Todo estaba preparado para recibir a sus amigos animals.
A medida que se acercaba la tarde, los niños decoraron la plaza con flores y globos. Los animales comenzaron a llegar, guiados por sus instintos curiosos. Los perritos corrían, los gatitos maullaban y las aves trinan de alegría.
- ¡Bienvenidos, amigos! - exclamó Valentina con entusiasmo. - Hoy celebramos a todos ustedes. Gracias por estar con nosotros siempre.
Los animales parecían entender el mensaje, moviendo sus colas y haciendo saltos de alegría. Fue entonces que sucedió algo inesperado. Un hermoso ciervo apareció en el borde de la plaza, caminando con paso elegante. Los niños estaban asombrados.
- ¡Wow! - dijo Mateo, con los ojos bien abiertos. - ¡Nunca había visto un ciervo tan cerca!
Valentina, emocionada, se acercó al ciervo.
- ¡Hola, amigo! Gracias por ser parte de nuestra celebración. - El ciervo se acercó un poco más y, para sorpresa de todos, se inclinó como si estuviera agradeciendo también.
Los niños rieron y aplaudieron. A partir de ese momento, el ciervo se convirtió en el centro de atención.
- ¿Podemos darle algo de comida? - preguntó Santiago, aún asombrado.
- Claro, yo traje manzanas - respondió Valentina. - Aquí tienen una, amigo. - Le lanzó una manzana al ciervo.
El ciervo se acercó y, con gracia, tomó la manzana entre sus labios. Luego vació su mirada de agradecimiento hacia los niños, que estaban llenos de alegría. Era un momento mágico.
Por la tarde, los niños jugaron y bailaron con sus amigos animales, disfrutando de la compañía de todos.
Al final del día, Valentina observó cómo todos los animales se juntaban alrededor.
- Creo que hemos aprendido algo importante hoy. - dijo.
- ¿Qué aprendimos? - preguntó Mateo.
- Que la gratitud no solo se siente, se expresa. - añadió Valentina. - Y que todos, humanos y animales, merecemos ese agradecimiento.
Los niños aplaudieron con alegría y decidieron hacer del festival de la gratitud una tradición. Desde entonces, cada primavera, se reunían para celebrar a sus amigos animales.
El ciervo, sus pequeñas patas y su espíritu libre, se convirtió en el guardián de la plaza, visitando a los niños cada año durante el festival.
Así fue como la primavera de la gratitud se convirtió en un recuerdo mágico para los niños de Cusco, quienes aprendieron a valorar a todos los seres vivos en su comunidad y a expresar su agradecimiento de mil formas, cada temporada que pasaba.
FIN.