La primavera de Martina



Era un hermoso día de primavera en el parque de la ciudad. El sol brillaba, las flores estaban en plena floración y los pajaritos cantaban alegremente. Martina, una niña de siete años, estaba ansiosa por salir a disfrutar de ese maravilloso día. Su mamá le había prometido llevarla al parque después de almorzar, y Martina contaba los minutos para que llegara la hora.

- ¡Mamá, ya es hora de ir al parque! - gritó Martina, saltando de impaciencia.

- Un momento, Martina. Primero debemos recoger algunas cosas - respondió su mamá, riéndose de la alegría desbordante de su hija.

Finalmente, llegaron al parque. El aire fresco y dulce llenó los pulmones de Martina, y su rostro se iluminó con una gran sonrisa. Se precipitó hacia un gran campo lleno de flores de todos los colores.

- ¡Mirá, mamá! ¡Las flores son tan hermosas! - exclamó mientras corría entre los pétalos de margaritas, tulipanes y girasoles.

- Sí, querida. Cada una de estas flores tiene su propia belleza - comentó su mamá, señalando las mariposas que revoloteaban alrededor.

Martina decidió que quería hacer un ramo con algunas flores, pero mientras recogía, se dio cuenta de que había un grupo de pajaritos en un arbusto cercano. Comenzaron a piar, y Martina, enfocada en su nueva idea, tuvo un giro inesperado de los acontecimientos.

- ¡Mirá, mamá! ¡Son tan lindos! - gritó, corriendo hacia el arbusto.

Pero justo cuando llegó, vio que un pequeño pajarito había caído del nido. - ¡Oh no! - se angustió, acercándose cuidadosamente al pajarito. - ¡No te preocupes, pequeño! ¡Te ayudaré!

Martina se agachó y miró al pajarito con preocupación. Ella sabía que no podía regresar al nido por su cuenta.

- ¿Y si le acercamos un poco de agua? - sugirió su mamá.

- ¡Buena idea! - respondió Martina entusiasmada.

Martina y su mamá fueron a buscar un poco de agua en la fuente del parque. Mientras llenaban un pequeño recipiente, Martina se preguntaba cómo ayudar al pajarito a volver a su hogar.

- ¿Y si hacemos un camino de flores para que el pajarito pueda regresar? - sugirió ella, con la mirada iluminada.

- Es una maravillosa idea, Martina. Vamos a probar - dijo su mamá, mientras ambas trabajaban juntas en su proyecto.

Recogieron las flores que había en el campo y las colocaron cuidadosamente en el suelo, formando un camino colorido que iba desde donde estaba el pajarito hasta el arbusto donde creían que estaba el nido. Cuando terminaron, mirando el camino con satisfacción, Martina volvió al pajarito.

- ¡Vamos, pequeño! ¡Solo tienes que seguir el camino! - le dijo con voz tierna. El pajarito, curioso, siguió los pasos de flores. Sus pequeños piecitos se movieron con gracia, mientras Martina veía esa pequeña maravilla con el corazón en la mano.

A medida que el pajarito avanzaba, todos los que estaban en el parque comenzaron a notar lo que sucedía y se acercaron para mirar.

- ¡Mirá cómo sigue las flores! - exclamó un niño, asombrado.

- ¡Este es un verdadero espectáculo de la naturaleza! - añadió su mamá.

Finalmente, el pajarito llegó al arbusto. Todos los espectadores aplaudieron, y Martina sintió una gran felicidad en su corazón. El pajarito giró su cabecita y pió agradecido antes de desaparecer entre las ramas.

- ¡Lo logramos, mamá! ¡Él volvió a su hogar! - gritó Martina, llena de emoción.

- Vos hiciste un gran trabajo, Martina. No solo ayudaste al pajarito, sino que también hiciste que todos tuviéramos una hermosa experiencia en este día de primavera - respondió su mamá con orgullo.

Martina sonrió mientras las flores y los pajaritos la rodeaban, entendiendo que a veces, las pequeñas acciones pueden hacer una gran diferencia. Esa primavera no solo había sido especial por las flores y el canto de los pajaritos, sino también porque ella había aprendido el valor de la empatía y la ayuda a quienes más lo necesitan.

Desde entonces, cada vez que la primavera llegaba, Martina no solo recogía flores; también aprendió a observar y cuidar todo lo que había a su alrededor, convirtiéndose en una verdadera amiga de los animales y la naturaleza.

FIN.

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