La Primera Navidad de Lucho
Era una mañana mágica en la casa de los López, los rayos del sol entraban por la ventana iluminando el sala. Lucho, un bebito de apenas un año, estaba emocionado porque era su primera Navidad. El arbolito brilla con luces, y los adornos tintineaban mientras se movía con el viento.
Ante tanto alboroto, su mamá, Ana, lo tomó en brazos y le dijo:
"¡Mirá, Luchito! ¡Hoy es un día muy especial!".
Lucho miró a su mamá con sus grandes ojos azules, incapaz de entender lo que significaba esa celebración.
Esa mañana, los primos de Lucho, Valen y Sofi, llegaron a visitar a la familia.
"¿Ves todo esto, Lucho?" -exclamó Sofi, apuntando al árbol-
"Es la Navidad, el momento del año donde compartimos, damos y recibimos amor".
"Pero, ¿qué es dar y recibir?" -preguntó Lucho con curiosidad, aunque su lenguaje aún era limitado.
Sofi, emocionada, comenzó a explicarle:
"Cuando compartimos nuestros juguetes o nuestras golosinas con otros, eso se llama dar. Y recibir es cuando alguien nos da algo a nosotros".
"¡¿Juguetes? !" -responde Lucho mientras aplaude, señalando su juguete favorito: un pequeño auto de madera.
La tarde avanzaba y, con la llegada de los tíos, la casa se llenó de risa, alegría y el aroma de galletitas recién horneadas.
"Hoy vamos a hacer algo especial" -dijo su papá, Miguel, apareciendo en la puerta con una caja llena de materiales reciclables-.
"Vamos a hacer adornos para el árbol con lo que podamos encontrar".
Los niños se miraron entre sí, emocionados por la idea de crear algo.
"¡Yo quiero ayudar!" -dijo Lucho al tiempo que intentaba acercarse a la mesa.
Ana le dio algunos trozos de papel de colores y un poco de cinta adhesiva a Lucho, quien, aunque aún no podía colaborar como los demás, disfrutaba de su propia creatividad. Todos hicieron sus mejores adornos; Valen pintaba, Sofi cortaba figuras y Lucho simplemente los llenaba de risas y alegría.
Pero, de repente, un giro inesperado llegó a la fiesta. Un fuerte ruido se escuchó desde la cocina.
"¿Qué fue eso?" -preguntó Valen, arqueando una ceja.
"Voy a ver" -dijo Miguel, acercándose con cuidado.
Cuando llegó a la cocina, se dio cuenta de que su gato, Pichón, había tirado todo el plato de galletitas al suelo. La cocina estaba cubierta de migajas y el gato parecía tener una gran sonrisa en su rostro.
"¡Pichón! ¿Qué te pasa?" -exclamó Miguel con un suspiro, mientras se agachaba a recoger el desastre.
"¡No se preocupen, todavía quedan más galletas en el horno!" -añadió Ana con una sonrisa, intentando alegrar el ambiente.
Todos se unieron para ayudar a recoger el desastre, y Lucho, al ver a su familia trabajando juntos, también se unió, arañando un pedacito de galleta en el suelo.
"¡Mía!" grito Lucho, mientras reía y se metía la galletita en la boca. La risa estalló en la cocina a medida que todos se unieron a la diversión.
Finalmente, con el caos bajo control, volvieron al salón a terminar los adornos para el árbol. Lucho, con sus manitas pegajosas, decoró la parte más baja del árbol con sus creaciones.
"¡Mirá lo que hice!" -dijo Lucho, apuntando orgulloso con su dedito a su adorno de papel.
"¡Está hermoso!" -dijo Sofi, aplaudiendo emocionada.
A medida que caía la tarde, llegó el momento de intercambiar regalos. Aunque Lucho no comprendía del todo lo que sucedía, sus ojos brillaban al ver a su familia tan feliz y unida.
"¡Yo quiero abrir!" -dijo Lucho, intentando alcanzar un regalo brillante con su manita.
"Este es para vos, Lucho" -dijo Miguel, entregándole un pequeño paquete envuelto con cariño.
Lucho, con una gran sonrisa, luchó por abrirlo. Cuando finalmente lo consiguió, un pequeño peluchito de un panda apareció.
"¡Panda!" -gritó Lucho, abrazando fuertemente su nuevo amigo mientras el resto aplaudía su felicidad.
Y así, Lucho aprendió que la Navidad no se trata solo de regalos, sino de compartir momentos con quienes amas. En su primera Navidad, aunque era pequeño, dejó una huella de amor y alegría que todos recordarán.
Cuando llegó la noche, Lucho, cansado pero feliz, se quedó dormido en los brazos de su mamá mientras la melodía suave de villancicos llenaba el aire. En esa mágica noche, todos entendieron que, a veces, lo más importante no son los regalos, sino los momentos compartidos y la felicidad que todos crean juntos.
¡Y así, Lucho tuvo una primera Navidad que jamás olvidará!
FIN.