La princesa arquera y el ogro malvado


Había una vez en un reino lejano, la valiente princesa Cristina, una joven pelirroja con ojos chispeantes y cabello tan rojo como el fuego.

A diferencia de las demás princesas del reino, a ella le gustaba vestir un traje negro que resaltaba su coraje y determinación. Siempre llevaba consigo un arco y flechas, listos para cualquier desafío que se presentara.

Un día, mientras paseaba por los campos del reino, la princesa Cristina escuchó los gritos de angustia de su pueblo. Un ogro malvado llamado Abel había invadido el reino y estaba sembrando el caos entre los aldeanos. Abel era bajo y calvo, pero su fuerza era temible y su corazón estaba lleno de maldad.

Decidida a proteger a su gente, la princesa Cristina se dirigió hacia donde se encontraba el ogro Abel. Con paso firme y arco en mano, se enfrentó valientemente a él.

"¡Abel! ¡Detén tus fechorías ahora mismo! No permitiré que lastimes a mi pueblo!"- exclamó la princesa con determinación. El ogro Abel soltó una carcajada burlona al ver a la valiente princesa frente a él. "¿Crees que podrás detenerme tú sola? ¡Eres solo una niña!"- dijo con desdén.

Pero la princesa Cristina no se amedrentó. Con habilidad en el manejo del arco, disparó una flecha directo al corazón del ogro Abel.

El monstruo rugió de dolor y furia, pero antes de que pudiera hacer algo más, la valiente princesa lanzó otra flecha certera que lo dejó inmovilizado en el suelo. El pueblo entero observaba asombrado cómo la joven princesa había derrotado al temido ogro Abel.

Con gratitud en sus ojos, los aldeanos aclamaron a Cristina como su heroína salvadora. La valentía y determinación de la princesa Cristina inspiraron a todos en el reino a nunca rendirse ante las adversidades.

Desde ese día en adelante, ella fue conocida como "Cristina, la protectora del pueblo", recordada por siempre como aquella valiente pelirroja vestida de negro con zapatillas rojas tipo converse. Y así, gracias al coraje y nobleza de la princesa Cristina, el reino vivió en paz y armonía para siempre jamás.

Dirección del Cuentito copiada!