La Princesa de los Colores



Una vez, en un reino muy lejano, vivía una princesa llamada Luna. Luna era muy especial, ¡tenía el poder de hacer que todo a su alrededor brillara con colores!

Una mañana, cuando el sol asomaba por el horizonte, Luna decidió dar un paseo por el jardín del castillo. Sus pasos eran suaves y, con cada zancada, las flores empezaban a brillar en tonos vibrantes. Los pájaros en los árboles cantaban alegres y el aire estaba lleno de magia.

"¡Mirá, Luna! ¡Las flores están más lindas que nunca!", gritó su mejor amigo, Leo, un pequeño gato que siempre la acompañaba.

A pesar de su poder, a veces Luna se sentía triste y solitaria.

"¿Por qué no podemos compartir este brillo con el reino entero?", suspiró.

Leo, con su colita erguida, le respondió:

"Podemos, pero quizás hay algo más que deberías aprender sobre tus colores. Tal vez no sea solo hacer brillar a todos, sino también darles la oportunidad de brillar por sí mismos".

Intrigada, Luna decidió que ese día aprendería a compartir su don de una forma diferente. Así que se puso su vestido más colorido y salió de su castillo.

Mientras caminaba por el pueblo, notó que la gente estaba un poco apagada. Las casas eran grises y la vida parecía carecer de alegría. Luna se acercó a un grupo de niños que jugaban:

"¡Hola, pequeños! ¿Quieren jugar con los colores?"

"¡Sí!", respondieron todos a coro, con ojos brillando de emoción.

Luna extendió sus manos y llenó el espacio de luces y colores. Pero pronto se dio cuenta de que los niños solo la miraban maravillados, sin participar.

"¡No es solo mí poder!", les dijo Luna. "¡Es hora de que ustedes también lo hagan!"

Y así, la princesa les enseñó cómo podían pintar el aire con sus risas y juegos.

Un niño, llamado Tomás, se atrevió a dar el primer paso.

"¡Vamos a jugar a las sombras!" y él comenzó a saltar y girar, mientras que Luna lo seguía, llenando el aire de colores cada vez que él se movía.

Poco a poco, todos se unieron, y el pueblo comenzó a llenarse de risas, alegría, y por sobre todo, colores. Luna los animó a expresar su propia creatividad con juegos y danzas.

"¡Mirá! ¡Ahora somos un arcoíris!", gritó una niña, mientras giraba alrededor de sus amigos.

Luna sonrió al ver como, con su ayuda, los niños eran capaces de crear su propia magia.

De repente, una nube oscura apareció en el cielo, y la lluvia comenzó a caer. Al principio, todos se asustaron y corrieron a resguardarse, excepto Luna que dijo:

"Wait a second, ¡esto podría ser divertido!"

Les propuso que aprovecharan la lluvia y jugaran en los charcos. Así, los niños tomaron la idea y empezaron a saltar, creando grandes salpicones de agua.

"¡Mirá! ¡Nuestros saltos están haciendo un arcoíris en el agua!", dijo uno de ellos, asombrado.

Al final, cuando el sol salió de nuevo, el cielo se llenó de colores. El pueblo parecía un lugar mágico y feliz. Las casas, llenas de risas y alegría, ya no eran grises, sino vibrantes.

Leo se acercó a Luna y le dijo:

"Ves, Luna, ¡no solo tú puedes brillar! ¡Todos pueden hacerlo si se les da la oportunidad!"

Desde ese día, Luna decidió que su poder no solo era para brillar, sino para inspirar a los demás a encontrar su chispa y crear juntos un mundo más colorido.

Y así, la Princesa de los Colores y sus amigos transformaron cada rincón del reino, recordándoles a todos que la verdadera magia está en compartir y dejar que cada uno brille a su manera.

Fin.

FIN.

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