La Princesa del Bosque Encantado



Había una vez, en un reino lejano, una hermosa princesa llamada Luna. Luna vivía en un castillo que se alzaba sobre una colina, rodeado por un frondoso bosque. La princesa, sin embargo, no podía disfrutar de la compañía de otros niños. Su madrastra, la malvada duquesa Valeria, la mantenía encerrada en una torre alejada, aislada del mundo exterior.

"¡No salgas de aquí, Luna!" - le decía la duquesa con una voz fría como el hielo "Eres demasiado especial para jugar con plebeyos."

Luna suspiraba en silencio y miraba por la ventana, observando a los niños del pueblo jugar a la pelota, correr y reír. Ella deseaba un amigo con quien compartir sus sueños y aventuras.

Un día, mientras miraba por la ventana, escuchó un suave susurro. Se giró y vio a un pequeño pájaro de plumas multicolores posarse en el alféizar.

"¿Quién sos?" - preguntó Luna, asombrada.

"Soy Pipo, el pájaro viajero. Sé que estás triste y te traeré una sorpresa" - respondió el pájaro.

Intrigada, Luna decidió seguir al pájaro cuando este voló hacia el bosque. Pipo la guió a través de intrincados senderos hasta que llegaron a una claro mágico, donde brillaban luces danzantes como pequeñas estrellas.

"Este es el Bosque Encantado. Aquí encontrarás amigos, si solo te atreves a entrar" - le explicó Pipo.

Luna miró hacia atrás, pensando en lo que diría su madrastra si se enteraba. Pero su deseo de compañía era más fuerte. Así que dio un paso y se adentró en el bosque.

De repente, apareció un grupo de criaturas fantásticas: un conejo de orejas largas que le sonreía, una pequeña ardilla con una gorra divertida y un ciervo de ojos gentiles.

"¡Hola, Luna!" - gritaron al unísono "¡Bienvenida! ¡Juguemos!"

Luna sonrió por primera vez en mucho tiempo. Jugó a perseguir a los pequeños amigos, saltando y riendo bajo la luz del sol.

Pero al caer la tarde, sintió una punzada de preocupación.

"¿Qué pasará si mi madrastra se entera que estoy aquí?" - preguntó, preocupada.

"No debes tener miedo. El bosque te protegerá" - le respondió Pipo.

Sin embargo, esa noche, la duquesa Valeria se percató de la ausencia de Luna y, furiosa, decidió buscarla. Mandó a sus guardias a explorar el lugar. Cuando llegaron al bosque, los animales, juntos con Pipo, se unieron para proteger a la princesa.

"¡No dejen que la madrastra encuentra a Luna!" - gritaron los amigos defensores.

"¡Haremos un puente de ramas y flores!" - sugirió el conejo.

Con esfuerzo y colaboración, construyeron un escondite oculto. Cuando la duquesa llegó, buscó por todas partes, pero no pudo encontrar a la princesa.

"¡Luna! ¡Sal de donde te escondes!" - llamaba Valeria, frustrada.

Luna, aún escondida, sintió un impulso de valentía. Decidió que ya no había más lugar para el miedo en su corazón.

"¡Estoy aquí!" - gritó, saliendo de su escondite.

"¿Qué haces, querida mía?" - preguntó la duquesa, fingiendo preocupación.

"¡He encontrado amigos! Ellos me han mostrado cómo divertirme, cómo ser feliz!" - declaró con confianza.

La duquesa se alteró, pero los animales y Pipo se pusieron frente a Luna, protegiéndola.

"No la harás daño, duquesa. Ella merece ser feliz" - dijo el ciervo, desafiante.

"Así es, su felicidad es más importante que tus deseos egoístas" - agregó la ardilla.

Sorprendida por la valentía de las criaturas, la duquesa comenzó a entender que controlar a Luna no la haría más poderosa. En cambio, decidió cambiar. Se dio cuenta que en vez de hacerla sufrir, debería dejarla disfrutar.

"Está bien, Luna. Quizás sea hora de que aprendas a socializar. Quizá te deje salir con tus nuevos amigos… pero también tendrás que volver a casa antes de que caiga la noche" - aceptó.

Con el corazón lleno, Luna prometió esto a la duquesa. Desde ese día, pudo visitar el Bosque Encantado todos los días, riendo y jugando con sus amigos, quienes siempre la esperaban con los brazos abiertos. La duquesa, aunque un poco reticente al principio, comenzó a unirse a las aventuras de Luna, y así, la princesa en sus travesuras hizo que su madrastra también aprendiera sobre la amistad y la alegría.

Así, Luna se convirtió en la princesa más feliz del reino, rodeada de amigos y amor, en un lugar donde la risa nunca se apagaba. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!