La princesa del fuego
Había una vez, en un reino lejano llamado Ventisca, una princesa llamada Flama. Flama no era una princesa común, ¡ella tenía el poder de controlar el fuego! Desde pequeña, había aprendido a hacer danzas de llamas y a encender fogatas con solo un chasquido de dedos. Sin embargo, su don extraordinario también la hacía sentir sola, ya que muchos en su reino le temían.
Un día, mientras practicaba su magia en el bosque cercano, se encontró con una pequeña liebre que había caído en una trampa.
"¡Ayuda!", gritaba la liebre.
"No te preocupes, pequeña. ¡Voy a ayudarte!" dijo Flama mientras extendía su mano, dejando que pequeñas chispitas de fuego danzaran alrededor de la trampa.
En un instante, las llamas que normalmente eran ardientes se convirtieron en suaves chispas y, con un movimiento elegante, logró liberar a la liebre.
"¡Eres increíble!", exclamó la liebre. "Me llamo Lía. ¿Por qué te alejas tanto de la gente?"
"Porque me temen. Mi fuego es poderoso y no saben usarlo como yo", respondió Flama, bajando la mirada.
Lía, intrigada, se acercó a la princesa.
"Te entiendo. A veces la gente tiene miedo de lo que no comprende. Pero, tal vez, podrías mostrarles que tu fuego puede ser un amigo."
Flama pensó en las palabras de Lía. Tal vez tenía razón. Decidió hablar con el Rey sobre hacer una gran celebración para mostrar que su poder podía ayudar a los demás.
El día de la fiesta, Flama se preparó con entusiasmo. Cuando el sol se ocultó, se encendieron las luces en el gran castillo. Las personas del reino llegaron con curiosidad, pero también con algo de miedo.
"¡Estoy tan emocionada!", dijo una dama del reino. "Pero ¿y si la princesa no puede controlar su fuego?"
Con el corazón latiendo de emoción, Flama subió al escenario.
"¡Queridos amigos! Hoy voy a mostrarles que el fuego puede ser hermoso y útil."
Comenzó con pequeños juegos de luz, haciendo que las llamas fueran danzas suaves en el aire. La gente empezó a sonreír y aplaudir, pero cuando Flama optó por crear una gran fogata en el centro, algunos retrocedieron.
"¡Cuidado!", gritó un joven. "Puede volverse peligroso."
Flama se detuvo y sintió el peso de la inseguridad.
"No, espera. Solo quiero ayudar. Si me das una oportunidad, verán que puedo controlar mi fuego."
Con esas palabras, recordó lo que había aprendido de Lía.
"Aqui está mi reto: encenderé una fogata, pero la haré para que todos podamos disfrutar. ¡Juntos!"
La multitud se miró entre sí, dudando. Pero un viejo sabio se acercó y dijo:
"Tal vez deberíamos confiar en ella. He escuchado que el fuego de las princesas nunca quema si se maneja con amor."
Así, la gente comenzó a acercarse, sintiendo que la chispa de esperanza los unía.
"¿Me acompañan?", preguntó Flama, con una gran sonrisa. Al ver esa confianza, todos empezaron a aplaudir y a unirse a su lado.
Flama tomó una profunda respiración y en un gesto mágico creó una fogata brillante y encendida que iluminó el cielo.
"Voy a invitar a todos a unirse a mí para contar historias alrededor de esta fogata. ¿Quién se anima?"
La gente, ahora con espíritu abierto, se acercó y comenzó a contar historias de sus ancestros, de aventuras pasadas y sueños de futuro. Con cada relato, la fogata crecía aún más en luz y calidez.
Satisfecha y feliz, Flama exclamó:
"¡Veo que no tengo que estar sola si podemos compartir!"
El tiempo pasó, y desde esa noche, Flama aprendió que no debía esconder su don. En vez de eso, podía usarlo para unir y compartir, y así el fuego que antes era un motivo de miedo, se transformó en símbolo de amistad y comunidad. Lía, la liebre, siempre a su lado, se convirtió en su mejor amiga. Y juntos, recorrieron el reino llevando alegría y magia.
Desde entonces, el pueblo no solo aceptó a su princesa, sino que la veneró como la guardiana de las llamas y la esperanza del reino, recordando siempre que la verdadera magia está en cómo usamos nuestros dones para ayudar a los demás y mantener el corazón abierto.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.