La Princesa Dormilona y el Secreto de los Sueños
Era una vez, en un reino lejano, una princesita llamada Sofía. Sofía tenía un secreto: le encantaba dormir. Pero no dormía de cualquier forma: ¡soñaba despierta! A menudo, cuando era hora de ir a la cama, la pequeña princesa se resistía, pues había tanto que quería hacer antes de cerrar los ojos.
Una noche, el rey, su papá, entró en su habitación y la encontró sentada en la cama, con los ojos abiertos como platos.
"¿Sofía, por qué no estás durmiendo?" - le preguntó el rey.
"Papá, es que tengo miedo de perderme algo mágico mientras duermo. ¡Hay tantas aventuras que quiero vivir!" - respondió Sofía, un poco angustiada.
El rey sonrió y se sentó a su lado.
"Te entiendo, pequeña. Pero déjame contarte la historia de una princesa que aprendió a amar el sueño. Su nombre era Isabella, y ella tenía un don especial: podía soñar mundos enteros mientras dormía."
"¿De verdad?" - interrumpió Sofía con curiosidad.
"Sí. Cada noche, Isabella se sumergía en su mundo de sueños. Pero había un problema: el Reino de los Sueños estaba en peligro. Un dragón travieso robaba los sueños felices de los niños. Sin esos sueños, el Reino se marchitaba y perdía su magia."
Sofía se quedó quieta, intrigada.
"¿Y qué hizo Isabella?"
"Isabella decidió que debía ayudar. Así que una noche, mientras los demás dormían, se armó de valor y atravesó el Puente de los Sueños, una pasarela brillante hecha de estrellas. Allí conoció a un hada llamada Liana."
"¿Y cómo sabía Isabella que encontraría a Liana?" - preguntó Sofía, con los ojos muy abiertos.
"Isabella tenía fe en que cada sueño traería consigo una respuesta. Liana le confesó que para recuperar los sueños perdidos, debía enfrentar sus propios miedos. Isabella, aunque temerosa, se dispuso a buscar el dragón. Lo encontró en un oscuro bosque lleno de sombras. Allí le comentó que los sueños felices eran importantes, y que necesitaba devolverlos al Reino."
"¡Pero eso es muy valiente!" - exclamó Sofía.
"Sí, lo es" - continuó el rey. "Isabella se dio cuenta de que el dragón no era malvado, solo estaba triste y perdido. Así que, en vez de pelear, comenzó a hablar con él, y juntos encontraron una manera de compartir los sueños con todos los niños del reino. A partir de ese día, cada vez que Isabella se iba a dormir, ella y el dragón viajaban juntos a un mundo de alegría y risas.
Sofía, entusiasmada, preguntó:
"¿Entonces los sueños pueden ser compartidos?"
- “Exacto, Sofía. Y cuando soñamos, podemos vivir esas aventuras sin tener que preocuparnos por perdernos nada. Los sueños son mágicos, porque nos enseñan que al dormir, en realidad estamos cuidando de nuestra energía. Al descansar, somos más fuertes para compartir aventuras al día siguiente. Por eso, cada vez que te acuestas a dormir, debes recordar que te estás preparando para otra maravillosa historia.
Sofía sonrió, comprendiendo.
"Entonces, ¡no tengo que tener miedo!"
"Así es, hija. Dormir te permitirá vivir esos buenos momentos. Y tu propio cuento de sueños está a punto de comenzar. Así que, ¿qué te parece si te acomodas y cierras los ojos? Estoy seguro de que tocarás el cielo en tus sueños esta noche."
Sofía asintió y se acurrucó en la cama, sintiéndose emocionada por lo que le esperaba en el mundo de los sueños.
"Gracias, papá, por contarme esa historia. Hasta mañana, ¡voy a tener sueños mágicos!"
"Buenas noches, princesa. ¡Duerme bien!" - y el rey salió de la habitación, dejando la puerta entreabierta.
Esa noche, Sofía soñó que volaba junto a Isabella y el dragón por un cielo estrellado, llenando el mundo de sueños con alegría y risas. Y desde entonces, cada vez que la hora de dormir llegaba, la pequeña Sofía sonreía, sabiendo que al cerrar los ojos abriría una puerta hacia mil aventuras.
Y así, la princesa dormilona no solo aprendió la importancia de dormir, sino que también descubrió que el verdadero valor estaba en aprender a soñar.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Loty besó a su papá y finalmente decidió cerrar los ojos, sintiendo que la magia de los sueños la esperaba.
Fin.
FIN.