La princesa, el gato y el ratón
Había una vez en un reino muy lejano, una princesa llamada Sofía. Vivía en un magnífico castillo junto a su padre, el rey Fernando, y su madre, la reina Isabela. Sofía tenía un mejor amigo, un gato de colosalismo gris llamado Tomás, que siempre estaba a su lado. A pesar de su gran tamaño, Tomás era amable y juguetón.
En el reino también vivía un pequeño ratón llamado Lucho. A Lucho le encantaba salir de su escondite para hacer travesuras y molestar a los habitantes del pueblo. Cada vez que alguien dejaba un pedazo de comida en la mesa, él aparecía, moviendo la cola y riendo mientras se llevaba el bocado. Sin embargo, a pesar de sus travesuras, había algo que a Lucho le faltaba: un verdadero amigo.
Un día, Sofía decidió que era hora de salir a explorar el bosque con Tomás. Mientras paseaban, Lucho vio la oportunidad perfecta para hacer de las suyas.
- “¡Hola, princesa! ¿No tienes miedo de un ratón como yo? ” - gritó Lucho, saltando frente a ellos.
Sofía se rió y le respondió: - “¡Oh, claro que no! A mí no me asustan los ratones, en realidad creo que eres muy divertido.”
Tomás, aunque no estaba muy convencido, se acercó y le dijo a Lucho: - “Si querés hacer travesuras, ¡tendrías que encontrar una manera de divertirnos a todos sin molestar! ”
Lucho se quedó pensativo. Nunca había considerado que sus travesuras pudieran convertirse en diversión compartida. Quería ser parte de la diversión, no solo un molestador.
Al día siguiente, Sofía y Tomás estaban disfrutando de un picnic en el jardín del castillo. Lucho se acercó, un poco nervioso, y les dijo: - “Tengo una idea. ¿Qué tal si hacemos una carrera alrededor del castillo? Así podrán verme correr a toda velocidad y yo puedo demostrar que soy rápido”.
La princesa sonrió decidida. - “¡Eso suena genial, Lucho! Pero, ¿y si tú te encargas de organizarla? Así todos en el reino podrán participar, incluso los otros animales.”
Lucho saltó de alegría. - “¡Sí! ¡Eso haré! ”
Con la ayuda de Sofía y Tomás, Lucho organizó la carrera. Pronto, animales y personas de todo el reino se reunieron. Había conejitos, patitos, perros e incluso el viejo búho, que miraba desde la rama del árbol. La emoción era palpable.
Cuando la carrera comenzó, Lucho sorprendió a todos con su velocidad y agilidad. - “¡Miren cómo corro! ” - gritaba mientras zigzagueaba entre los participantes. Todos reían y aplaudían, y Sofía decía: - “¡Vamos, Lucho, que tú puedes! ”
Al final de la carrera, Lucho ganó un pequeño trofeo hecho de hojas y flores. Aunque no estaba solo en el podio, ya que el segundo lugar fue para un ágil conejo.
Desde aquel día, Lucho no volvió a ser solo un ratón molesto.
- “¿Sabes, Sofía? ” - dijo Lucho, mientras disfrutaban de unos bocaditos tras la carrera. - “Me he dado cuenta de que hacer reír a la gente y compartir momentos es mucho más divertido que molestar.”
Sofía asintió con una gran sonrisa. - “¡Exacto! Todos tenemos algo especial que compartir. Solo necesitamos encontrar la manera de hacerlo juntos.”
Y así, Lucho se convirtió en el amigo inseparable de Sofía y Tomás. Juntos compartieron muchas aventuras, y aprendieron que, aunque somos diferentes, siempre hay formas de unirnos y disfrutar de la compañía de los demás.
Desde entonces, los tres se convirtieron en un gran equipo, recordando siempre que la amistad se construye sobre el respeto y la diversión compartida. Y el pueblo nunca tuvo que preocuparse por los robos de Lucho, ya que ahora sabían que tenían un amigo leal y divertido.
FIN.