La princesa, el sapo y el caballero valiente
Había una vez, en un reino lejano, una hermosa princesa llamada Isabella. Su belleza era tal que todos los habitantes del reino la admiraban, pero el verdadero tesoro de Isabella era su gran corazón. Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su castillo, escuchó un pequeño gemido.
"¿Quién está ahí?" - preguntó Isabella, curiosa.
Se acercó y vio a un sapo atrapado en unas ramas. Su patita estaba lastimada y no podía moverse.
"¡Pobrecito!" - exclamó Isabella, conmovida "No te preocupes, te rescataré."
Ella cuidadosamente liberó al sapo, que la miró con ojos agradecidos.
"Gracias, princesa. Eres muy amable. Pero, ¡cuidado!" - dijo el sapo, advirtiéndole sobre el lago detrás de ella.
Pero Isabella, concentrada en el sapo, dio un paso atrás y... ¡splash! Cayó al lago. El sapo, preocupado, gritó:
"¡Ay, no! ¡Isabella!"
De repente, un valiente caballero llamado Fernando, que pasaba por allí, escuchó el alboroto y corrió hacia el lago. Al ver a la princesa luchando en el agua, se lanzó sin dudarlo.
"¡Agárrate de mi mano!" - le gritó Fernando mientras la ayudaba a salir del agua.
Una vez en la orilla, Isabella tosió y respiró con dificultad.
"¡Isabella, por favor!" - dijo Fernando, preocupado. Se inclinó sobre ella y comenzó a darle respiración boca a boca, como había aprendido en sus entrenamientos de caballero.
Finalmente, la princesa abrió los ojos y dijo:
"¡Oh! ¿Dónde estoy?"
Fernando, aliviado, sonrió:
"Estás a salvo, princesa. Fui yo quien te rescató."
Agradecida, Isabella vio al sapo a su lado.
"¿Y el sapo? ¡Está herido!" - exclamó. Fernando miró al sapo y dijo:
"Lo cuidaremos juntos."
Y así fue como los tres formaron un equipo inolvidable. Cada día, Isabella, Fernando y el sapo, a quien decidieron llamar Roco, se reunían para curar la patita de Roco y jugar en los alrededores del lago. A medida que pasaba el tiempo, Isabella y Fernando se conocieron mejor, compartiendo historias y risas.
Un día, mientras recogían flores, Roco dijo un día:
"¿No ven que hay algo especial entre ustedes?"
Isabella se sonrojó y Fernando, algo tímido, sonrió.
"Puede ser que sí..." - admitió ella.
"Pero, princesa, hay un hechizo que yo debo romper" - dijo Roco, con voz grave. Isabella lo miró sorprendida:
"¿De qué hablas, Roco?"
"Soy un príncipe encantado. Fui transformado en sapo por un hechizo de celos. Necesito que una princesa me dé un beso verdadero para romper el hechizo."
Isabella se sorprendió, pero miró a Roco y luego a Fernando, quien también la miraba. En ese momento, supo lo que debía hacer. Con una sonrisa, se arrodilló cerca de Roco.
"Te rescataré, querido sapo."
Y con un suave beso, el sapo brilló, y en un abrir y cerrar de ojos, se convirtió en un apuesto príncipe.
"Gracias, dulce princesa. Y gracias a ti también, valiente caballero." - dijo el príncipe. Fernando, aunque un poco celoso, sintió una extraña alegría.
Isabella miró a Fernando y le dijo:
"¡Este es el mejor final para nuestro cuento! Roco podrá vivir como príncipe, y tú, Fernando, serás mi héroe siempre."
De ahí en más, Roco regresó al reino donde gobernó justo y amigable, mientras que Isabella y Fernando, el caballero valiente, siguieron siendo inseparables. Juntos, visitaban a Roco y siempre recordaban aquella maravillosa aventura que unió sus corazones.
"No solo el amor transforma, también la amistad y el valor que tenemos dentro" - reflexionaron, mientras el sol se ponía en el horizonte, dejando un resplandor dorado sobre el lago. Y así, juntos, vivieron felices, explorando el mágico mundo que les ofrecía la vida.
FIN.