La Princesa Escondida



Había una vez, en un reino lejano, una niña llamada Lía. Lía vivía en un pequeño pueblo al borde de un gran bosque. Su vida era simple y feliz, combinando sus días entre juegos con sus amigos, ayudar a su madre en la tienda de flores y explorar los hermosos caminos del bosque.

Un día, mientras recolectaba flores para hacer un arreglo en su casa, Lía siguió un camino que nunca había visto antes. Estaba tan emocionada que decidió seguirlo. Caminó y caminó, hasta que llegó a un claro donde encontró una vieja cabaña. Cuando se acercó, escuchó unas risas.

"¡Hola!" gritó Lía, acercándose a la puerta.

Una ancianita salió y le sonrió: "¡Hola, niña! ¿Qué haces tan lejos de tu casa?"

"Me perdí mientras recogía flores. ¿Vivo aquí?" respondió Lía un poco nerviosa.

La ancianita la miró atentamente y dijo: "No te preocupes, pequeña. Puedo ayudarte a volver a casa. Pero antes, ¿te gustaría escuchar una historia?"

Lía asintió con entusiasmo, así que la ancianita comenzó: "Muchos años atrás, en este mismo bosque, vivía una princesa muy especial. Era conocida por su corazón amable y su risa contagiosa. Pero un malvado hechicero la maldijo, y ella se escondió entre la gente común para protegerse. Nadie sabía que ella era la verdadera princesa del reino".

Lía escuchaba con atención, sintiendo que las palabras de la ancianita le resonaban en su corazón. Cuando la historia terminó, la ancianita dijo: "Quizás esta princesa no esté tan lejos como crees. Quizás aún esté buscando su camino a casa".

"¿Y cómo saber si soy yo?" preguntó Lía, sintiendo una mezcla de curiosidad y amistad por la ancianita.

"Cada princesa lleva en su corazón la bondad y el deseo de ayudar a los demás. Solo tú puedes descubrirlo".

Lía regresó a su hogar con una chispa de esperanza en su corazón. Comenzó a hacerse más consciente de las necesidades de su comunidad. Ayudaba a los ancianos a cruzar la calle, compartía flores con sus amigos, e incluso comenzó a enseñar a los más pequeños a jugar juegos nuevos.

Un día, mientras Lía jugaba en el río con sus amigos, un caballero en armadura brillante llegó al pueblo. Todos se asustaron y se escondieron, pero Lía se acercó valientemente.

"¿Quién eres?" preguntó ella, mirando al caballero.

"Soy Sir Alaric, en busca de la princesa de la que habla una antigua profecía. Se dice que ella cambiará la vida de nuestro reino" respondió él.

Lía se sintió intrigada, y aunque nunca había pensado en sí misma como una princesa, algo en su interior le decía que tal vez era importante.

"¿Cómo puedo ayudar?" preguntó Lía sin dudar.

"Debemos encontrar a la princesa y convencerla de que regrese a su palacio" respondió Sir Alaric.

Lía sintió que, de alguna forma, ella podría ser esa persona. Así que, sin pensarlo dos veces, decidió seguir al caballero a su reino. El viaje fue largo y lleno de desafíos: cruzaron ríos, escalaron montañas y ayudaron a animales perdidos en el camino.

Finalmente, llegaron al castillo donde un gran baile se celebraba en honor a la princesa desaparecida. Lía observó a la multitud, y su corazón comenzó a latir con fuerza al ver a muchas personas esperando a su verdadera princesa. Una voz en su interior le susurró: "Tal vez sí soy yo".

Lía, con el apoyo de Sir Alaric, se acercó al escenario y levantó su voz: "Soy Lía, quizás no soy la princesa que buscan, pero puedo hacer del reino un lugar mejor".

La multitud se quedó en silencio, y luego comenzaron a murmurar y comentarse entre ellos. Una anciana en la audiencia se acercó a Lía y le dijo: "Niña, tu bondad y valentía brillan más que cualquier corona".

Fue en ese momento que la magia del bosque despertó. Una luz dorada iluminó el salón y un espléndido vestido de gala apareció en Lía. Todos en el lugar se sorprendieron.

"¡Eres tú!" exclamó Sir Alaric.

"¡Eres la princesa!" gritaron los demás.

Lía, con lágrimas de felicidad, comprendió que no solo llevaba una corona en su cabeza, sino que había sido una princesa en su corazón todo el tiempo. Con su nueva posición, se comprometió a seguir ayudando y a hacer del reino un lugar justo y bondadoso.

Y así, Lía se convirtió en la mejor princesa que su reino pudo tener, siempre recordando de dónde venía y el poder de la bondad.

Desde ese día, el pueblo no solo vibraba con la noticia de una princesa, sino que además se dedicaron a ayudar unos a otros, aprendiendo que, a veces, la verdadera nobleza se lleva en el corazón.

FIN.

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