La Princesa Fea



Había una vez, en un reino muy lejano, una princesa llamada Clara. Clara era una niña alegre, juguetona y llena de sueños, pero había algo que la hacía diferente: su apariencia. Con su cabello rizado y desordenado, su piel llena de pecas y sus grandes dientes que a veces parecían más grandes de lo habitual, Clara fue apodada la "Princesa Fea" por algunos de los nobles del reino.

Sin embargo, Clara no se dejaba afectar por las palabras de los demás. Le encantaba explorar los jardines del castillo, pasar tiempo con los animales y, sobre todo, ayudar a los que lo necesitaban. Era famosa por su cálido corazón y su valentía.

Un día, mientras Clara jugaba con un grupo de niños en el pueblo, escuchó un rumor que llamó su atención. La gente hablaba sobre un dragón que había llegado a su reino y que estaba causando estragos, robando en las aldeas y asustando a los habitantes.

"¡Es un peligro! ¡Debemos hacer algo!" - exclamó Clara, emocionada.

"Es demasiado peligroso, princesa. Debemos quedarnos aquí, bajo la protección del castillo", le dijo uno de los nobles.

"¿Y si un valiente se ofreciera a luchar contra el dragón?" - preguntó Clara, casi sin pensarlo.

"Nadie se ofrece para luchar con un dragón, Clara. Ese es un trabajo para hombres fuertes", respondió un duque, burlándose de sus palabras.

Pero Clara no estaba dispuesta a rendirse. Decidió que ella misma iría a enfrentar al dragón. Se puso su armadura más brillante, que le quedaba un poco grande, y se llevó su espada de madera, legado de su abuelo. Con determinación, partió hacia la cueva del dragón.

Al llegar, Clara vio al dragón, que tenía escamas de un verde brillante y ojos como brasas. Su corazón latía rápido, pero recordó sus valores.

"¡Hola, dragón!" - llamó Clara con voz firme "No quiero pelear. Solo quiero saber por qué estás causando tanto miedo en el pueblo."

El dragón la miró sorprendido, y luego susurró,

"Yo solo tengo hambre y no sé cómo conseguir comida sin causar problemas..."

Clara se sintió un poco angustiada al escuchar eso.

"Si me das la oportunidad, puedo ayudarte. ¿Qué te gustaría comer?"

"Me encanta el pollo, pero los aldeanos me tienen miedo y no me quieren dar nada."

Clara pensó un momento y luego tuvo una gran idea.

"¡Podemos hacer un festín! Llevaré a los aldeanos a tu cueva y juntos organizaremos una gran comida. Ellos te conocerán y verán que no eres un monstruo, solo un dragón con hambre."

El dragón asintió, y aunque dudaba un poco, decidió confiar en Clara. Al volver al pueblo, Clara reunió a todos los aldeanos y les explicó su plan. Al principio, estaban reticentes.

"¿Y si nos come a todos?" - gritó un hombre del pueblo.

"Yo lo he visto, no es un monstruo, sólo un dragón que necesita ayuda," - insistió Clara. Con mucho esfuerzo, convenció a todos.

Lograron organizar el festín en la cueva del dragón. Cuando los aldeanos llegaron, al principio temían más a Clara que al dragón, pero muy pronto se dieron cuenta de que el dragón no era peligroso en absoluto. Clara y el dragón compartieron historias y risas, y poco a poco, los miedos se desvanecieron.

Desde ese día, el dragón se convirtió en un amigo del pueblo. Los aldeanos aprendieron a cuidar de él, y él les ayudó a proteger sus cosechas de los animales salvajes. Clara, por su parte, ganó el respeto de todos en el reino, y no solo por su valentía, sino también por su compasión y habilidad para ver más allá de las apariencias.

"No importa cómo te veas, lo que cuenta es quién eres adentro," - le dijo una anciana del pueblo a Clara después de la gran fiesta.

Y así, la princesa Clara, a quien todos llamaban la "Princesa Fea", se convirtió en la más querida y valorada del reino. Aprendió que ser diferente es lo que nos hace únicos y que la verdadera belleza se encuentra en nuestros actos de bondad y valentía.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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