La princesa Francesca y el duende maligno



Había una vez en Florida, un reino encantado donde vivía la pequeña princesa Francesca. A pesar de ser tan chiquita, Francesca era una princesa muy especial. Tenía unos ojos grandes y brillantes que reflejaban su bondadoso corazón.

Francesca vivía en un hermoso castillo junto a sus papás, el rey Martín y la reina Sofía. Pero sin duda, su persona favorita en todo el reino era su abuela Yani.

La abuela Yani le contaba cuentos maravillosos a Francesca y juntas pasaban tardes enteras jugando en el jardín del castillo.

Un día soleado, mientras paseaban por el jardín, la abuela Yani le preguntó a Francesca:- ¿Qué te gustaría hacer hoy, mi princesita? Francesca saltó de alegría y exclamó:- ¡Quiero tomar mema! Es mi bebida favorita. La abuela Yani sonrió con ternura y aceptó encantada la petición de su nieta. Juntas se dirigieron a la cocina del castillo para preparar la deliciosa mema.

Mientras revolvían los ingredientes con amor, escucharon un estruendo proveniente del bosque cercano. Intrigadas, salieron al jardín y descubrieron que un malvado duende estaba causando problemas en el reino.

El duende había hechizado a todos los animales del bosque y los tenía bajo su control. La valiente princesa Francesca no dudó ni un segundo y decidió enfrentarse al duende para salvar a sus amigos animales. Con paso firme y decidido, Francesca se acercó al duende malvado.

- ¡Deja libre a mis amigos! -exigió con valentía. El duende soltó una carcajada burlona pero subestimó el poder de la dulce princesa bebé. Francesca cerró los ojos con fuerza e invocó todo su amor y bondad.

Un destello brillante envolvió al duende malvado haciendo que sus encantamientos se desvanecieran. Los animales liberados corrieron hacia Francesca llenos de gratitud y alegría. El rey Martín y la reina Sofía llegaron justo a tiempo para presenciar el acto heroico de su pequeña princesa.

- ¡Eres realmente extraordinaria, querida hija! -dijo emocionado el rey Martín. Desde ese día, todos en el reino veneraron aún más a la valiente princesa Francesca. Aprendieron que incluso las personas más pequeñas pueden tener un gran corazón lleno de coraje y determinación.

Y así, entre risas y abrazos junto a su amada abuela Yani, la princesa bebé demostraba cada día que no hay obstáculo demasiado grande cuando se enfrenta con amor incondicional.

FIN.

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