La princesa Guillermina y la verdad detrás de los monstruos



Había una vez en un lejano reino, una princesa llamada Guillermina. Era valiente y fuerte, pero también tenía un gran corazón. Un día, mientras paseaba por el bosque cercano al castillo, escuchó a lo lejos unos gritos desesperados.

- ¡Auxilio! ¡Por favor alguien ayúdeme! -se escuchaba la voz de una joven doncella. Guillermina no dudó ni un segundo y corrió hacia donde provenían los gritos.

Al llegar encontró a una joven mujer atrapada entre las garras de un monstruo espeluznante. - ¡Deja a esa doncella en paz! -gritó Guillermina con firmeza. El monstruo se giró hacia ella gruñendo y mostrando sus afilados colmillos.

Pero la princesa no se amedrentó y sacó su espada dispuesta a defender a la pobre doncella indefensa. La lucha fue intensa, pero finalmente Guillermina logró derrotar al monstruo y liberar a la joven prisionera. La doncella estaba muy asustada pero agradecida con la princesa por haberla salvado.

- Muchas gracias su alteza por salvarme -dijo temblando de miedo-. No sé cómo podría haber salido de esta sin su ayuda. Guillermina sonrió dulcemente y le dijo:- No tienes nada que agradecer, querida.

Es mi deber como princesa proteger a todos los habitantes del reino, especialmente cuando están en peligro. Pero esto solo era el principio de una larga noche para Guillermina ya que pronto se dio cuenta que varias otras jóvenes doncellas estaban en peligro.

Uno tras otro, la princesa salvó a las jóvenes de los monstruos que las tenían atrapadas.

Mientras se adentraba más y más en el bosque, Guillermina comenzó a descubrir que estos monstruos no eran simplemente bestias salvajes, sino seres humanos malvados disfrazados para engañar a sus víctimas. - ¡No puedo creer lo que estoy viendo! -exclamó Guillermina-.

¿Cómo pueden hacer esto? ¿Cómo pueden lastimar así a gente inocente? Pero su determinación no flaqueó y continuó luchando contra estas criaturas horribles hasta que finalmente logró liberar a todas las doncellas atrapadas. Al amanecer, cuando regresaba al castillo con las jóvenes rescatadas detrás de ella, Guillermina se sintió muy orgullosa de sí misma.

Había demostrado valor y coraje ante el peligro y había ayudado a otras personas necesitadas. Pero también se dio cuenta de algo importante: proteger al reino era una tarea constante y nunca debía bajar la guardia.

- Prometo seguir vigilando por todos ustedes día y noche -dijo con convicción-, porque esa es mi responsabilidad como princesa del pueblo. Las jóvenes doncellas sonrieron gratamente hacia ella mientras caminaban juntas hacia el castillo.

Y así, gracias a la valentía de Guillermina, cada habitante del reino podía dormir tranquilo sabiendo que su princesa estaba siempre alerta para protegerlos.

FIN.

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