La Princesa Kristinne y el Jardín de la Sabiduría



En un hermoso reino llamado Verdellia, vivía una princesa llamada Kristinne. A diferencia de otras princesas, Kristinne era conocida por su amabilidad y su disposición a ayudar a los demás. Pero había algo más que la hacía especial: siempre prestaba atención a las enseñanzas de sus papás, el rey Alarico y la reina Marisol.

Un día, mientras exploraba los jardines del castillo, Kristinne escuchó a su mamá decir:

"Es importante aprender siempre, mi querida. La sabiduría es el tesoro más valioso que uno puede tener."

Kristinne decidió que quería aprender todo lo que pudiera para ser una buena reina algún día. Así que comenzó a dedicar su tiempo a estudiar desde la historia del reino hasta cómo cuidar de los animales.

"¡Voy a ser la mejor reina que Verdellia haya tenido!", exclamó.

Sin embargo, había un lugar que aún no había visitado: el Jardín de la Sabiduría, un mágico y misterioso lugar que se decía que otorgaba conocimiento a quienes lo visitaban, pero solo si se deseaba aprender con un corazón sincero.

Una tarde, decidió que era el momento de aventurarse a ese jardín. Sus padres, preocupados, le dijeron:

"Kristinne, el Jardín de la Sabiduría es un lugar hermoso, pero debes tener cuidado. Sigue siempre el camino de las flores y no te adentres en el bosque."

Kristinne asintió,

"Sí, papá, sí, mamá. Obedeceré sus consejos."

Con una gran sonrisa en su rostro, se dispuso a salir.

Mientras caminaba por el jardín, todo era paz y belleza. De repente, se encontró ante un cruce: a la izquierda, un camino lleno de flores brillantes, y a la derecha, un sendero sombrío que conducía al bosque.

Recordando las palabras de sus padres, respiró hondo y decidió

"No, voy por el camino de las flores. Mi mamá siempre dice que las decisiones correctas son las que conducen a lo mejor."

Al llegar al Jardín de la Sabiduría, se encontró con un viejo árbol que parecía hablar.

"¡Bienvenida, princesa Kristinne! He estado esperando tu llegada. ¿Qué es lo que deseas aprender?"

Kristinne le explicó el deseo que tenía de ser una buena reina, y el árbol, sonriendo, la llevó a un rincón del jardín. Allí vio a un grupo de animales: un zorro, un búho y una liebre, todos esperando ser escuchados.

"Cada uno de nosotros tiene una lección que enseñarte“, dijo el búho.

- “El conocimiento es importante, pero también lo es escuchar a los demás y entender sus necesidades."

Kristinne tomó nota de cada lección y se sintió llena de gratitud.

"Gracias a todos, prometo compartir lo que he aprendido con mi pueblo."

Al regresar a casa, sus padres la recibieron con alegría.

"¿Cómo estuvo tu aventura, querida?", le preguntó la reina.

"¡Increíble, mamá! Aprendí que la sabiduría no solo viene del estudio, sino también de escuchar a los demás y de seguir el camino correcto."

Su padre, orgulloso, le dijo:

"Ves, Kristinne, al obedecer, encontraste nuevas oportunidades para crecer."

Desde ese día, Kristinne se convirtió en una princesa cada vez más sabia. Siempre recordaba las enseñanzas de sus padres y el valor de la obediencia y la atención al consejo. Con su bondad y su conocimiento, condujo al reino a un futuro brillante y lleno de armonía.

Y así, en el reino de Verdellia, Kristinne se convirtió en la reina que siempre soñó ser, honrando las enseñanzas de sus padres y enriqueciendo la vida de todos a su alrededor.

FIN.

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