La Princesa Llorona y el Jardín de las Sonrisas
Érase una vez, en un reino lejano y brillante, una bella princesa llamada Sofía. Era conocida por su hermosura, pero también por una extraña particularidad: ¡lloraba por todo! Su llanto melodioso podía escucharse en todo el castillo y, aunque todos la amaban, a veces se preguntaban cómo podrían ayudarla.
Un día, mientras miraba por la ventana, Sofía vio a los niños del pueblo riendo y jugando en el parque.
"¿Por qué no puedo ser feliz como ellos?"- se lamentó Sofía, con lágrimas rodando por sus mejillas.
Su padre, el Rey, la escuchó y decidió que era hora de ayudar a su hija.
"Tal vez deberías salir al pueblo, Sofía. Hay mucho que aprender de los niños. Te divertirás y quizás eso te haga sonreír", sugirió el Rey.
Sofía dudó, pero con un poco de valentía, decidió aventurarse. Al salir, se encontró con una niña llamada Lucía, que jugaba a la pelota con sus amigos. Lucía se dio cuenta de la princesa y corrió hacia ella.
"¡Hola, Princesa!"- gritó Lucía. "¿Quieres jugar con nosotros?"-
"No sé…", respondió Sofía, mirando la pelota con inseguridad. "¿Y si me caigo?"-
"¡Eso es parte de divertirse! ¿Quién nunca se cae? Ven, ¡inténtalo!"-
Así, Sofía se unió al juego y, para su sorpresa, se divirtió mucho. Al principio, se tropezó y cayó, y aunque sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente, Lucía la animó:
"¡Eso fue genial, Sofía! Solo fue una caída, ¡mira cuántos se ríen!"-
Con cada caída, Sofía aprendía a levantarse más rápido, y para su asombro, comenzó a reírse también. Mientras jugaban, descubrió que cada lágrima podía transformarse en una risa si ella lo quería.
De repente, algo cambió. Mientras buscaba la pelota que había rodado hacia un arbusto, Sofía encontró un misterioso jardín lleno de flores de mil colores. Las flores parecían estar hechas del mismo material que la luz del sol, reluciendo con intensidad y alegría.
"¿Quién cuida de este jardín?"- preguntó Sofía, con los ojos deslumbrados.
Justo en ese momento, apareció un anciano jardinero con una sonrisa amplia.
"Este es el Jardín de las Sonrisas, querida princesa. Aquí, cada lágrima derramada se transforma en una flor hermosa. Por ello, si alguna vez te sientes triste, ven aquí y recuerda que cada sentimiento tiene su belleza."-
Sofía, intrigada, se acercó a una de las flores. Era rosa y perfumada.
"¿Así que mis lágrimas pueden dar vida a algo tan bello?"- preguntó.
"Por supuesto. El llanto puede ser un camino hacia la comprensión. Hay que aceptar los sentimientos, pero también lo que viene después: la alegría, la risa y el amor."-
Sofía sonrió, comprendiendo que sus lágrimas, aunque dolorosas, podían contribuir al mundo de una manera especial. Sin embargo, todavía sentía que a veces se dejaba llevar por la tristeza sin razón.
"Pero, viejo jardinero, a veces lloro sin motivo... eso me hace sentir mal"-
El anciano la miró amablemente y le dijo:
"Sofía, todos sentimos tristeza a veces. Lo importante es lo que hacemos después de llorar. Puedes bailar, pintar, jugar, hacer amigos, o incluso venir a este jardín a buscar inspiración. No temas a tus lágrimas; abraza lo que sientes y conviértelo en acción. Así hallarás el camino hacia tu sonrisa."-
Con esas palabras resonando en su corazón, Sofía regresó al castillo con Lucía y sus amigos. Desde aquel día, aprendió cómo transformar sus lágrimas en creatividad. Se convirtió en una magnífica pintora, capturando la esencia de cada emoción en sus cuadros, llenos de colores vibrantes y alegría.
Las risas y los juegos ahora quedaban grabados en su memoria, y las lágrimas se convirtieron en una parte de su historia, no el final. La Princesa Sofía no solo entendió su tristeza, sino que aprendió a encontrar la felicidad incluso en los días grises.
Y así, el Jardín de las Sonrisas, con su magia, se convirtió en un lugar lleno de vida, amor y colores, gracias a una princesa que aprendió a llorar y a sonreír con el mismo corazón.
FIN.