La Princesa Lucía y la Felicidad Interior



Había una vez una princesa llamada Lucía, que vivía en un hermoso castillo en el Reino de las Maravillas. A pesar de tener todo lo que deseaba, la princesa siempre se sentía triste y descontenta.

Pasaba sus días encerrada en su habitación, mirando por la ventana y soñando con encontrar la verdadera felicidad. Un día, mientras paseaba por los jardines del castillo, Lucía descubrió un pequeño sendero oculto detrás de unos arbustos.

Decidió seguirlo y se encontró frente a un maravilloso jardín lleno de narcisos amarillos brillantes. La princesa nunca había visto flores tan hermosas antes y se acercó para admirarlas más de cerca.

Mientras observaba los narcisos, algo mágico sucedió: todos ellos comenzaron a moverse como si estuvieran bailando al ritmo del viento. Lucía quedó asombrada y decidió hablarles a las flores: "Hola narcisos, ¿cómo hacen para ser tan felices?".

Uno de los narcisos más grande respondió: "-Nosotros somos felices porque siempre miramos hacia el sol. Nos alimentamos de su luz y calor". La princesa comprendió entonces que ella también necesitaba cambiar su perspectiva para encontrar la felicidad.

Decidió convertirse en una exploradora del mundo exterior y ver las cosas desde diferentes ángulos. En su primera aventura, Lucía visitó un pueblo cercano donde ayudó a los niños a construir un parque lleno de columpios y toboganes. Allí aprendió que la verdadera felicidad estaba en hacer sonreír a los demás.

En su segunda aventura, la princesa se adentró en un bosque misterioso donde conoció a una familia de ardillas. Ellas le enseñaron a ver la belleza en las cosas pequeñas y a disfrutar de los momentos simples de la vida.

En su tercera aventura, Lucía decidió explorar el Reino de las Maravillas por sí misma.

Descubrió lugares increíbles que nunca había notado antes: un río cristalino lleno de peces brillantes, una cascada escondida entre las montañas y un campo lleno de flores multicolores. La princesa aprendió que el mundo estaba lleno de maravillas y que solo necesitaba abrir los ojos para encontrarlas. Comprendió que la felicidad no estaba fuera de ella, sino dentro.

Al regresar al castillo, Lucía se dio cuenta de que ya no necesitaba buscar la felicidad porque siempre estuvo allí. La verdadera felicidad residía en apreciar cada momento y compartirlo con aquellos que amaba.

Desde ese día, la princesa Lucía vivió felizmente en el castillo rodeada de sus amigos y seres queridos. Y cada vez que miraba por su ventana hacia el jardín de narcisos, recordaba lo importante que era cambiar nuestra perspectiva para encontrar la verdadera felicidad.

Y así termina esta historia, recordándonos que a veces solo hace falta mirar desde otro ángulo para descubrir todo lo hermoso y valioso que nos rodea.

FIN.

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