La Princesa Margarita y el Poder de Compartir


Había una vez en un lejano reino, una princesa llamada Margarita. Era hermosa y vivía rodeada de lujos y comodidades en su gran castillo. Sin embargo, tenía un problema: no sabía compartir.

Margarita siempre quería tener todo para ella sola. No importaba si se trataba de juguetes, comida o incluso la atención de los demás. Siempre pensaba que todo le pertenecía y no permitía que nadie más disfrutara de las cosas.

Un día, el rey y la reina decidieron hacer algo al respecto. Convocaron a todos los niños del reino para organizar una gran fiesta en honor a Margarita. Habría juegos, música y regalos para todos.

Cuando llegó el día de la fiesta, todos los niños estaban emocionados por participar. Pero cuando Margarita vio a tantas personas compartiendo su espacio y sus cosas, se sintió incómoda e irritada. "¡Esto es mi fiesta! ¡Todo debería ser mío!"- gritó Margarita enfurecida.

El hada madrina del reino escuchó los gritos de la princesa y decidió intervenir. Se acercó a Margarita con una sonrisa amable y le dijo:"Querida princesa, sé que te sientes incómoda porque hay muchos niños aquí hoy.

Pero debes aprender a compartir y entender que la felicidad se multiplica cuando se comparte con los demás". Margarita frunció el ceño pero decidió escuchar lo que el hada tenía para decirle. "Voy a darte un regalo especial", continuó el hada.

"Te daré una varita mágica que te permitirá ver cómo se sienten los demás cuando no compartes". Margarita aceptó la varita mágica y la agitó con curiosidad.

De repente, pudo ver a todos los niños divirtiéndose juntos, riendo y compartiendo sus juguetes. "¡Wow!"- exclamó Margarita sorprendida. "Nunca me había dado cuenta de lo divertido que puede ser compartir".

El hada sonrió y le dijo:"Ahora entiendes por qué es importante compartir, ¿verdad? Cuando compartimos, hacemos felices a los demás y nosotros también nos sentimos felices". Margarita asintió con la cabeza y decidió cambiar su actitud. Se acercó a los otros niños y comenzó a jugar con ellos, compartiendo sus juguetes y riendo juntos.

La fiesta continuó en medio de risas y alegría mientras Margarita aprendía el valor de compartir. Al final del día, todos se despidieron contentos y agradecidos por haber tenido una fiesta tan maravillosa.

Desde ese día en adelante, Margarita se convirtió en una princesa generosa que siempre estaba dispuesta a compartir con los demás. Y cada vez que veía a alguien luchando por aprender a compartir, les contaba su historia para inspirarlos.

Y así, Margarita vivió felizmente rodeada de amigos porque entendió que cuando uno comparte, el mundo se vuelve un lugar mucho más hermoso. La moraleja de esta historia es que el verdadero valor de las cosas no está en poseerlas sino en compartirlas con amor hacia los demás.

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