La Princesa María y el Campito de los Animales



En un lejano reino, había una hermosa princesa llamada María, que siempre llevaba un radiante vestido anaranjado que iluminaba cualquier lugar al que iba. María no era como las demás princesas; su mayor alegría provenía de pasar tiempo en un campito cercano, rodeada de animales de todo tipo.

Un día, mientras paseaba por el campo, María se encontró con un pequeño conejo que parecía estar muy asustado.

"¿Qué te pasa, pequeño amigo?" - preguntó María, agachándose para estar a su nivel.

"¡Oh, princesa!" - exclamó el conejo temblando "Me perdí y no puedo encontrar a mi mamá."

María sintió una gran tristeza por el conejito.

"No te preocupes, yo te ayudaré a encontrarla" - dijo con una sonrisa. "¿Puedes decirme hacia dónde fuiste?"

El conejo se secó las lágrimas con sus patitas.

"Creo que fui hacia el árbol más grande, pero me asusté y me fui corriendo."

Juntos emprendieron la búsqueda. En el camino, se encontraron con una tortuga que estaba atascada en un arbusto.

"¡Ayuda!" - gritó la tortuga "No puedo salir de aquí."

María rápidamente se agachó.

"¡No te preocupes! Te ayudaremos" - dijo mientras tiraba suavemente de la tortuga para liberarla.

"¡Gracias, princesa!" - dijo la tortuga al salir. "Es bueno ver que hay personas amables como vos en este mundo."

Después de liberar a la tortuga, continuaron su camino. Al poco tiempo, escucharon un canto suave. Eran unos pájaros que parecían estar en problemas porque sus nidos se habían caído del árbol.

"¡Oh, no!" - dijo María asombrada. "Debemos ayudarlos también."

El conejo, un poco sudoroso, preguntó:

"¿Cómo podemos hacerlo?"

"Podemos usar unas ramas y hojas para volver a hacer los nidos, y así podrán volver a sus hogares."

Juntos, con amor y alegría, hicieron nuevos nidos utilizando materiales naturales que encontraron. Los pájaros, emocionados, comenzaron a cantar al ver que sus hogares habían sido reparados.

"¡Gracias, princesa María!" - cantaron los pájaros. "Nunca olvidaremos esto."

Después de un largo día lleno de aventuras, María y el conejito finalmente encontraron a la mamá conejo angustiada.

"¡Mamá!" - exclamó el conejo al ver a su madre. "¡Te encontré!"

La mamá conejo agradeció a María.

"Estaba tan preocupada por mi pequeño. No sé cómo agradecerte."

"No es necesario, solo ayúdense unos a otros, como yo hice hoy" - respondió María con una calidez en su voz.

Al volver a su castillo al finalizar el día, María se sentía feliz y satisfecha. Había aprendido que la bondad y la ayuda mutua son las mejores enseñanzas y que siempre, siempre, hay que estar dispuestos a ayudar a los demás, ya sean grandes o pequeños.

Esa noche, mirando las estrellas desde su ventana, María sonrió, pensando en todas las maravillosas criaturas en el campito que había ayudado. Soñando con sus próximas aventuras en la naturaleza, decidió que, aunque era una princesa, siempre llevaría en su corazón el deseo de ser amiga de todos los animales del bosque.

Así, María se convirtió no solo en una princesa del reino, sino en la verdadera Reina del Amanecer, una reina que esparcía amor y bondad a su alrededor.

FIN.

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