La Princesa Melodiosa


Había una vez en un lejano reino, una princesa llamada Nathalia. Era una joven muy hermosa con cabello negro como la noche, piel blanca como la nieve y ojos azules como el cielo.

Pero lo que más amaba Nathalia en este mundo era la música. Desde pequeña, siempre había sentido una conexión especial con las melodías y los ritmos. Sin embargo, sus padres, los reyes del reino, no compartían su pasión por la música.

Ellos creían que una princesa debía dedicarse a asuntos más serios y protocolares. Le prohibieron a Nathalia cantar y tocar instrumentos en el palacio. La princesa se sentía triste y frustrada al no poder expresar su amor por la música.

Un día, cansada de vivir bajo las estrictas reglas de sus padres, Nathalia decidió escapar del palacio en busca de libertad para seguir su pasión musical.

Caminó sin rumbo fijo hasta llegar a un pueblo cercano donde escuchó una melodía cautivadora que provenía de un pequeño teatro. Intrigada, Nathalia se acercó al teatro y allí conoció a Isaac, un joven cantante muy guapo y rebelde que estaba ensayando para su próximo concierto.

Desde el primer momento en que sus miradas se cruzaron, ambos sintieron una conexión especial. - ¡Hola! Soy Nathalia -se presentó la princesa tímidamente. - ¡Hola! Yo soy Isaac -respondió el cantante con una sonrisa encantadora.

Isaac notó de inmediato el brillo en los ojos de Nathalia al hablar sobre su amor por la música. Juntos compartieron canciones, sueños e ilusiones. A pesar de venir de mundos diferentes, descubrieron que tenían mucho en común.

Poco a poco, Nathalia comenzó a visitar el teatro todos los días para escuchar a Isaac cantar y aprender todo lo posible sobre música. Los dos jóvenes se enamoraron profundamente y decidieron luchar por su amor contra viento y marea.

Sin embargo, los padres de Nathalia descubrieron su paradero y enviaron soldados al pueblo para llevarla de vuelta al palacio. La princesa se resistió valientemente defendiendo su derecho a elegir su propio camino.

- ¡No me podéis obligar a renunciar a mi felicidad! -exclamó Nathalia con determinación mientras miraba fijamente a sus padres. - Pero hija... solo queremos lo mejor para ti -dijo la reina con voz entrecortada por la emoción.

Isaac intervino en ese momento: "Señores reyes, permítanme demostrarles cuánto amo a vuestra hija y prometo hacerla feliz todos los días de mi vida". Sus palabras sinceras tocaron el corazón de los monarcas quienes finalmente aceptaron la relación entre Nathalia e Isaac.

La princesa regresó al pueblo junto a su amado donde juntos continuaron explorando el maravilloso mundo de la música. Con esfuerzo y dedicación lograron realizar conciertos increíbles que inspiraban a todos aquellos que los escuchaban. Nathalia aprendió que seguir tus sueños requiere valentía pero también comprensión y diálogo con aquellos que amas.

Y así vivieron felices para siempre siendo fieles no solo el uno al otro sino también a sus pasiones más profundas: ella por la música y él por su arte.

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