La princesa que amaba la noche y las luciérnagas
Había una vez, en un reino lejano, una princesa llamada Luna que adoraba la noche. Cada atardecer, cuando el sol se ocultaba detrás de las montañas, Luna salía al jardín de su castillo a disfrutar del mágico espectáculo del cielo estrellado. Además, le encantaban las luciérnagas, pequeñas luces danzantes que llenaban la oscuridad con su suave brillo.
Una noche, mientras Luna contemplaba las estrellas, vio algo inusual: un grupo de luciérnagas parecía concentrarse en una esquina del jardín. Intrigada, se acercó y escuchó un pequeño susurro:
"¡Ayuda, ayuda!" - llamó una luciérnaga con tristeza en su voz.
"¿Qué pasó?" - preguntó Luna, preocupada.
"Nos hemos perdido y no podemos encontrar el camino de regreso a casa. ¡La luz de nuestra cueva se ha apagado!" - explicó la luciérnaga.
Luna se sintió conmovida por la angustia de la luciérnaga y decidió ayudarla.
"¿Dónde está la cueva?" - preguntó la princesa.
"En el bosque oscuro, más allá del río brillante. Pero debe ser de noche para que podamos tener luz y guía. Sin las estrellas y nosotros, el bosque está muy oscuro" - respondió la luciérnaga.
Luna hizo un gesto de determinación.
"No te preocupes, te llevaré a casa. ¡Vamos!" - exclamó, lista para la aventura.
Luna y la luciérnaga, que se llamaba Lila, cruzaron el jardín y llegaron al río. La luna brillaba en el agua, haciendo que el sendero se iluminara como una alfombra de luces.
"¡Mira!" - dijo Luna.
"¡Es hermoso!" - respondió Lila, emocionada.
Pero al llegar al otro lado del río, se encontraron con un obstáculo: un gran perro guardián estaba durmiendo profundamente en la entrada del bosque. Luna recordó que su madre le había enseñado a ser amable con los animales.
"Quizás podamos despertarlo con una canción" - sugirió Luna, y comenzó a cantar una melodía suave.
Para su sorpresa, el perro se despertó sonriendo.
"Hola, pequeña princesa. ¿Qué hacen ustedes aquí a esta hora?" - preguntó el perro con voz amable.
"Estamos ayudando a Lila a encontrar su hogar en la cueva. ¿Podrías dejarnos pasar?" - explicó Luna.
"Claro, pero deben tener cuidado con el camino, hay muchas ramas oscuras en el bosque" - respondió el perro y se movió para permitirles el paso.
Luna y Lila continuaron su camino, iluminadas por el resplandor de las luciérnagas que aparecían como estrellas en el aire. Al poco tiempo, empezaron a escuchar un extraño ruido.
"¿Escuchas eso?" - preguntó Lila, temblando.
"Sí, parece que vienen de aquel lado" - indicó Luna, temerosa pero decidida.
Se acercaron y encontraron a un grupo de luciérnagas atrapadas en una tela de araña gigante.
"¡Oh no! Debemos ayudarles" - gritó Luna y se acercó cuidadosamente.
Con mucho cuidado, utilizó su pequeño pañuelo para despejar la tela y liberar a las luciérnagas.
"¡Gracias, gracias!" - exclamaron las luciérnagas al ser liberadas.
Luna se sintió satisfecha y feliz, cuando por fin llegaron a la entrada de la cueva. Estaba oscura y fría, pero Lila iluminó el lugar con su luz brillante.
"¡Mira!" - dijo Lila, señalando la cueva llena de luciérnagas.
Las luciérnagas eran lo más hermoso que había visto en su vida.
"¿Pueden regresar a casa?" - preguntó la princesa.
"Sí, gracias a ti, Luna. Eres tan valiente y amable. ¡A partir de ahora serás nuestra Princesa de la Noche!" - declaró Lila.
Luna sonrió feliz
"Siempre estaré aquí para ayudarles. La noche es mágica" - prometió.
Y así, con la luna brillando intensamente en el cielo, Luna y Lila regresaron al castillo, llenas de historias que contar y un lazo que jamás se rompería. Desde aquella noche, Luna no solo amaba la oscuridad y las luciérnagas, sino también la importancia de la amistad y la valentía para ayudar a los demás.
FIN.