La princesa Sofía y el encanto de lo sencillo
Había una vez una princesa llamada Sofía. Ella vivía en un hermoso castillo rodeado de jardines y flores de todos los colores.
A Sofía le encantaba mirarse en el espejo, ya que siempre se sentía feliz con su apariencia. Un día, mientras estaba paseando por el campo y admirándose en su espejo mágico, Sofía notó algo extraño: alguien la estaba siguiendo. Asustada, decidió correr para alejarse del desconocido.
Mientras corría a toda velocidad, sin darse cuenta tropezó con una raíz de árbol y cayó al suelo. Justo cuando pensaba que todo estaba perdido, apareció un conejito blanco muy simpático llamado Benito. "¡Princesa Sofía! ¿Estás bien?" - preguntó preocupado Benito mientras ayudaba a Sofía a levantarse.
Sofía se sorprendió al ver al amigable conejito y le contó sobre la persona que la seguía. Benito decidió ayudarla y juntos idearon un plan para descubrir quién era ese misterioso perseguidor.
Se escondieron detrás de unos arbustos y esperaron pacientemente. Poco después vieron salir detrás de ellos a un pequeño duende travieso llamado Tomás. "¡Ja ja ja! ¡Casi te atrapo, princesa!" - exclamó Tomás riendo divertidamente.
Sofia se acercó valientemente hacia él y le preguntó por qué había estado siguiéndola. Tomás explicó que solo quería jugar con ella, pero no sabía cómo acercarse porque Sofía siempre parecía estar ocupada mirándose en su espejo.
Sofía comprendió que había sido egoísta y decidió darle una oportunidad a Tomás. Juntos jugaron al escondite, saltaron entre los charcos y recogieron flores del campo.
A medida que pasaba el tiempo, Sofía se dio cuenta de cuánta diversión podía tener sin necesidad de verse en el espejo todo el tiempo. Al final del día, Sofía y Tomás se hicieron grandes amigos. Ella aprendió a valorar las amistades sinceras y a disfrutar de las cosas simples de la vida.
Ya no necesitaba mirarse tanto en el espejo para sentirse feliz. Desde ese día, Sofía compartió su alegría con todos los habitantes del reino. Organizó fiestas donde todos podían divertirse juntos y olvidar sus preocupaciones por un rato.
Y así, la princesa Sofía demostró que ser hermosa no solo se trata de cómo te ves por fuera, sino también de cómo eres por dentro y cómo tratas a los demás. Y vivieron felices para siempre, recordando siempre la importancia de la amistad verdadera. Fin
FIN.