La Princesa Valentina y el Dragón Rojo
Érase una vez en un reino lejano, una princesa llamada Valentina. Era conocida por su valentía y bondad. Un día, mientras paseaba por el bosque, escuchó un fuerte rugido. Curiosa y sin miedo, siguió el sonido hasta encontrar un enorme dragón rojo atrapado en una red de cazadores.
"¡Ayuda! ¡Por favor, ayúdame!" - gritó el dragón, con lágrimas en sus ojos.
Valentina, aunque asustada, se acercó con cautela.
"¿Por qué te han atrapado?" - preguntó.
"Soy un dragón feroz, pero solo porque todos me ven como una amenaza. Nunca he querido hacer daño. Solo quiero ser libre y encontrar amigos" - respondió el dragón, que se llamaba Rubén.
Sin dudarlo, Valentina tomó un cuchillo y cortó la red.
"Listo, ya estás libre. Pero, ¿realmente quieres ser bueno?" - dijo la princesa.
"Sí, lo prometo. Haré todo lo posible para ayudar a los demás" - respondió Rubén, agradecido.
Desde ese día, Valentina y Rubén se hicieron amigos. La princesa decidió enseñarle a Rubén cómo ser amable y educado con los demás, mientras que él le mostraba cosas maravillosas sobre el mundo desde el aire. Volaban juntos en su lomo y exploraban el reino. Pero un día, la paz se vio interrumpida.
Un grupo de aldeanos escuchó sobre el dragón volando por el cielo.
"¡Es un dragón! ¡Viene a atacar!" - gritó uno de los aldeanos.
Asustados, comenzaron a armarse con arcos y flechas.
Valentina, al enterarse, corrió hacia el pueblo.
"¡No! ¡Rubén no es malo! Solo quiere hacer amigos!" - exclamó, intentando calmar a la multitud.
Los aldeanos, aún recelosos, decidieron hacer una prueba. Prepararon un banquete y le invitaron a Rubén.
"Si realmente eres bueno, ven a comer con nosotros" - dijo uno de ellos, con desconfianza.
Rubén, nervioso, aceptó la invitación. En el banquete, comenzó a contar historias de sus aventuras y a servir deliciosos manjares con sus enormes patas. Valentina, emocionada, se unió a él, hablando sobre los momentos que pasaron juntos.
"Soy una princesa, y él es mi amigo. No tengan miedo, conoce el valor de la amistad" - dijo Valentina, mirando a los aldeanos.
Con el tiempo, los aldeanos comenzaron a reírse y disfrutar de la compañía del dragón. Rubén se convirtió en la atracción del reino, mostrando su bondad y ayudando a las personas. Regresaba cada tarde para ayudar en el campo y cuidar de los cultivos. Pero había un problema: el antiguo rey, que solía temerle a los dragones, decidió visitar.
"¡Llévenmelo! ¡Ese dragón no puede estar aquí!" - ladró el rey.
Valentina, con valentía, dio un paso adelante.
"Padre, Rubén es un dragón bueno. Ha cambiado, y su amistad ha traído felicidad al reino" - explicó.
El rey, confundido, no sabía qué pensar. Valentina sabía que debía demostrar que Rubén era de fiar. Entonces, organizó una competencia amistosa entre su padre y Rubén.
"Si Rubén gana, podrá quedarse en el reino. Si no, se irá para siempre" - propuso Valentina.
Durante la competencia, Rubén utilizó su fuerza no para vencer al rey, sino para ayudarlo en cada prueba. Al final, el rey quedó impresionado por la grandeza del dragón.
"Nunca he visto a alguien tan noble como tú, Rubén. Te doy la bienvenida a nuestro reino" - declaró el rey.
Desde entonces, Rubén vivió en el castillo, educando a los niños con historias de valor y amistad. Y Valentina, la valiente princesa que ayudó al dragón a ser bueno, demostró que la verdadera fuerza viene del corazón. Juntos, hacían del reino un lugar lleno de bondad, alegría y amistad. Y así, el dragón rojo se convirtió en el guardián del reino, que volaba todos los días, iluminando el cielo y recordando siempre que todos merecemos una segunda oportunidad.
Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!
FIN.