La Princesa Valiente y el Dragón de la Montaña
En el reino de Luminia, había una hermosa princesa llamada Isabela. Era conocida por su bondad, pero también por su espíritu aventurero. Desde pequeña, soñaba con ser una guerrera y explorar el mundo más allá de los muros del castillo.
Un día, mientras paseaba en el jardín real, escuchó un rumor alarmante.
"¡Princesa Isabela!" - gritó Alberto, el caballero del reino "Un dragón ha comenzado a atacar los aldeanos. Destruye sus cultivos y ahuyenta a los animales. ¡Necesitamos ayuda!"
La princesa se sintió preocupada, pero también emocionada. Era su oportunidad para demostrar su valentía.
"No podemos permitir que el dragón continúe con esto. ¡Debo enfrentar al dragón!" - dijo Isabela con un brillo de determinación en sus ojos.
Alberto la miró sorprendido.
"Pero, ¡eres una princesa! Nunca te han entrenado para pelear. Es demasiado peligroso."
"Si no lo hago yo, entonces, ¿quién? No puedo quedarme de brazos cruzados viendo sufrir a mi pueblo."
Isabela se preparó: se puso su armadura, tomó una espada que pertenecía a su padre y se dirigió hacia la montaña donde se decía que vivía el dragón.
Mientras subía, encontró un anciano que la observaba con curiosidad.
"¿Por qué una princesa viene a estas tierras en busca de problemas?" - preguntó.
"No busco problemas, busco soluciones. Mi reino necesita que enfrente al dragón."
El anciano sonrió.
"Valiente de corazón, si quieres vencer al dragón, necesitarás más que una espada. Tienes que conocerlo y entender por qué ataca."
Isabela reflexionó sobre sus palabras. ¿Podría ser que el dragón no fuera malvado sino que actuara por algún motivo?
Cuando llegó a la cueva del dragón, se armó de valor y entró. El dragón era enorme, con escamas brillantes y ojos que parecían dos grandes llamas.
"¿Quién osa entrar a mi hogar?" - rugió el dragón, haciendo temblar las paredes de la cueva.
"Soy la princesa Isabela. He venido a hablarte. No quiero pelear."
El dragón se detuvo, sorprendido.
"¿Y qué quieres de mí, princesa?"
"He escuchado que atacas a mi pueblo. Pero quizás haya una razón detrás de tus acciones. ¿Qué te causa tanto dolor?"
El dragón bajó la cabeza, y por primera vez Isabela notó que sus ojos emanaban tristeza.
"He estado solo durante muchos años. Todos me temen, así que como defensa, atacaba antes de ser atacado. Pero no quiero seguir así. Estoy cansado de la soledad."
"No estás solo. Te has convertido en una leyenda, pero no tienes que ser un monstruo. ¿Por qué no trabajamos juntos? Podemos ayudar a los aldeanos a comprenderte y formar una amistad."
El dragón pareció considerarlo.
"¿Crees que podrían aceptarme?"
"¡Sí! Si muestras tu verdadero ser, podrías ser un héroe en lugar de un villano."
Después de un largo diálogo, Isabela y el dragón decidieron regresar juntos al pueblo. La realeza y los aldeanos se sorprendieron al ver a la princesa acompañada por el dragón, pero Isabela se adelantó y explicó:
"¡Este dragón no es un monstruo! Es un ser triste que solo busca amistad. Podemos aprender a convivir."
Los aldeanos, aunque asustados, escucharon a su princesa y comenzaron a acercarse lentamente al dragón. Con el tiempo, lograron entenderlo.
El dragón, a su vez, ayudó a los aldeanos a proteger sus cultivos y les mostró cómo cuidar mejor de la tierra. Pronto, se convirtió en un gran amigo del pueblo, uniendo esfuerzos para hacer de Luminia un lugar próspero.
Isabela aprendió que incluso los seres más temibles pueden ser amigos si se les da una oportunidad. La valentía no solo se mide en batallas, sino en la disposición para entender y ayudar a los demás.
Y así, Isabela no solo salvó a su reino, sino que también encontró un amigo en el dragón, demostrando a todos que el amor y la comprensión son las fuerzas más poderosas de todas.
Desde entonces, Isabela fue conocida no solo como la princesa, sino como la guardiana de la amistad entre humanos y dragones. Y así, el reino de Luminia vivió en armonía y felicidad por muchos años.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.