La Princesa Valiente y el Jardín Mágico



Había una vez, en un reino lejano, una pequeña princesa llamada Sofía. Tenía solo tres años, pero su corazón era tan grande como un castillo. Sofía pasaba sus días en el jardín del palacio, donde flores de todos los colores crecían y un hermoso arroyo cantaba mientras corría. Sin embargo, había algo que la preocupaba: un pequeño dragón que vivía en el bosque cercano.

Una mañana, Sofía decidió que era momento de conocer al dragón. Mientras se preparaba, su amiga, la luna, le susurró:

"Sofía, ¿estás segura de querer ir al bosque?"

"Sí, Luna, quiero hacer amistad con el dragón y mostrarle que no tiene por qué tener miedo."

Con un pequeño vestido azul y una flor en el pelo, Sofía se adentró al bosque. Al principio, todo era silencioso, pero de repente escuchó un sonido extraño. Era el dragón, llorando entre los árboles. Sofía, con su valentía, se acercó.

"Hola, pequeño dragón. ¿Por qué lloras?"

"Yo... yo asusto a todos y me siento solo," respondió el dragón, con una voz temblorosa.

"Pero, ¿por qué asustas a los demás si solo quieres jugar?"

"Porque tengo alas grandes y fuego en mi boca, todos creen que soy malo."

Sofía miró al dragón a los ojos y le dijo:

"No importa lo que piensen los demás. Si no tienes malas intenciones, podemos ser amigos. Yo tengo confianza en vos."

El dragón, sorprendido, levantó su cabeza. Nadie le había hablado así antes.

"¿De verdad?"

"Sí, de verdad. ¿Te gustaría mostrarme tu casa en el bosque?"

Con un brillo de esperanza, el dragón asintió. Sofía voló hacia él a trepar a su espalda y juntos fueron a explorar su cueva. Era un lugar mágico, lleno de colores y cristalitos brillantes. Mientras jugaban, Sofía le enseñó al dragón cómo hacer flores con hojas y juntos llenaron el lugar de risas.

"¡Mirá, Sofía! Puedo hacer que las flores también brillen."

"¡Eso es hermoso, amigo! Eres muy especial."

A partir de ese día, Sofía y el dragón se hicieron inseparables. La princesa llevaba a su amigo al palacio para que todos lo conocieran. Al principio, los demás se asustaron, pero cuando vieron lo divertido y amable que era el dragón, empezaron a reír y a jugar también.

El rey, observando este cambio, le dijo a Sofía:

"Hija, tengo que admitir que has hecho algo increíble."

"Gracias, papá. A veces solo se necesita un poco de confianza."

Sofía estaba tan feliz de haber ayudado a su amigo que decidió organizar una gran fiesta en el jardín, donde todos podían jugar con el dragón sin miedo.

"¡Vamos a celebrar la amistad!"

"Sí, ¡y que todos sepan que ser diferente es hermoso!"

Desde ese día, el dragón se convirtió en el favorito del reino, y Sofía aprendió que tener confianza en uno mismo y en los demás puede cambiarlo todo. Y así, en su jardín lleno de flores y risas, la pequeña princesa y su gran amigo el dragón vivieron muchas aventuras juntos, enseñando a todos que la verdadera amistad no conoce miedos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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