La Princesa Viajera



En un planeta muy, muy lejano, rodeado de montañas de colores brillantes y ríos de agua cristalina, vivía una princesa llamada Lila. Desde pequeña, Lila soñaba con viajar por el mundo, conocer otros lugares y aprender sobre culturas diferentes. Pero había un problema: su padre, el rey Arlo, era muy protector y no quería que su hija se aventurara más allá de los límites del reino.

Un día, mientras Lila contemplaba el cielo estrellado desde su balcón, se encontró con un viejo mapa que había pertenecido a su abuelo.

"¡Mirá cuántos lugares increíbles hay para visitar!" - exclamó Lila, llena de emoción.

Decidida a convencer a su padre, Lila fue a buscarlo en su despacho.

"Papá, ¿puedo hablar contigo?" - preguntó.

"Sí, hija. ¿Qué sucede?" - respondió el rey Arlo, mirando desde detrás de unos grandes libros.

"Quiero viajar y conocer el mundo. Hay tanto por descubrir..." - dijo Lila, sacando el mapa de su bolsillo.

"Lila, el mundo es peligroso. No quiero arriesgarte. Aquí estás a salvo" - contestó el rey con seriedad.

A pesar de la negativa de su padre, Lila no se desanimó. Esa noche, decidió que buscaría la manera de viajar sin que su padre se enterara.

Al día siguiente, mientras paseaba por el mercado del reino, conoció a un divertido viajero llamado Tomás, que había recorrido muchos lugares.

"¡Hola, pequeña! ¿Qué te trae por aquí?" - preguntó Tomás.

"Hola, viajero. Quiero ver el mundo, pero mi padre no me deja" - confesó Lila, con un suspiro de frustración.

"¿Y si te ayudara a escaparte, aunque sea un par de días?" - sugirió Tomás, sonriendo.

Lila se iluminó con la idea. Juntos, comenzaron a planear una pequeña aventura. Tomás se encargó de conseguir un barco y, al caer la noche, se escaparon hacia el puerto.

Al llegar al mar, Lila comenzó a sentir mariposas en el estómago.

"¿No se lo contamos a mi papá?" - preguntó ella.

"No, será una sorpresa. Solo un poco de aventura. ¡Vamos!" - animó Tomás.

Zarparon en el barco y navegaron hacia una isla mágica, llena de criaturas fantásticas y paisajes deslumbrantes. Con cada nuevo descubrimiento, Lila sentía que su corazón latía más fuerte.

"¡Mirá eso!" - exclamó señalando una montaña de dulce caramelo.

"Es un lugar único, pero recuerda, no podemos quedarnos mucho tiempo" - recordó Tomás.

Sin embargo, mientras exploraban, un fuerte viento comenzó a soplar y el barco perdió el rumbo.

"¡Oh no! ¿Qué hacemos ahora?" - gritó Lila, preocupada.

"No te asustes, hay que mantener la calma y pensar en una solución" - le respondió Tomás.

Usando su ingenio, Lila pensó en la forma en que podrían utilizar las corrientes del mar para regresar. Juntos, ataron los veleros y comenzaron a remar.

Después de muchas horas y enfrentándose a ondas grandes, finalmente lograron regresar a la orilla del reino. Estaban cansados, pero felices.

"Lo logramos, Lila. Eres valiente y lista" - dijo Tomás, celebrando.

Al volver a palacio, Lila se dio cuenta de algo muy importante.

"¡Debo contarle a mi papá sobre todo esto!" - exclamó.

"¿De verdad?" - le preguntó Tomás, sorprendido.

Con el corazón lleno de emoción y un poco de nervios, Lila se acercó a su padre.

"Papá, quiero hablarte" - dijo, temblando un poco.

"¿Qué sucedió?" - preguntó el rey, preocupado.

"Fui a una aventura y aprendí mucho. Pero ahora sé que mi sueño es conocer el mundo y también quiero que lo hagas conmigo" - confesó.

El rey Arlo la miró en silencio, pensando en lo que había escuchado.

"Lila, siempre quise protegerte, pero veo que tienes un espíritu aventurero. Tal vez deberíamos planear algunos viajes juntos" - respondió, sonriéndole.

Lila no podía creer lo que escuchaba.

"¿Me dejas viajar?" - preguntó emocionada.

"Sí, pero juntos. Aprenderemos sobre el mundo y estaré a tu lado para protegerte" - respondió el rey.

Y así fue como la princesa Lila, junto a su padre y su amigo Tomás, comenzó a explorar el vasto mundo, aprendiendo lecciones importantes sobre el valor, la familia y la amistad. Y, aunque el rey Arlo se preocupaba por su hija, se dio cuenta de que era igual de importante dejarla volar, siempre amándola desde cerca.

FIN.

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