La Princesa y el Árbol de los Animales
Había una vez, en un reino lejano, una hermosa princesa llamada Lina que vivía en la Casa de los Loros. Era un lugar mágico, lleno de aves de colores brillantes que hacían melodías suaves todo el día. Sin embargo, un día un oscuro hechizo la encantó, y ahora solo podía ser liberada por un príncipe valiente que lograra voltear un árbol frondoso que crecía en su jardín.
El árbol era inmenso, sus ramas se extendían hacia el cielo y estaba cuajado de frutas de colores vibrantes. Se decía que en el momento en que cayera, toda clase de animales saldría de su interior. Todos en el reino lo habían intentado, pero nadie había logrado mover el árbol.
Un valiente príncipe llamado Tomás decidió que era su deber intentar rescatar a la princesa. Con su corazón lleno de esperanza, partió hacia la Casa de los Loros. Al llegar, se sorprendió con la belleza del lugar y la dulzura de los loros que lo rodeaban.
"¿Dónde puedo encontrar a la princesa?" - preguntó Tomás a un loro amarillo que se posó en su hombro.
"¡Ella está en el salón de los espejos!", respondió el loro con una voz melodiosa.
Al dirigirse hacia el salón, el príncipe se encontró con la princesa Lina, que lo miraba con tristeza desde el espejo encantado.
"¡Oh, príncipe! Estoy atrapada aquí, y solo el árbol puede liberarme", dijo Lina con un susurro.
Tomás se sorprendió al escuchar que un árbol podía desencantar a la princesa. Corrió al jardín y allí estaba el famoso árbol. Al verlo, sintió que su valentía crecía. Se acercó y lo examinó.
"Si tan solo fuera más fuerte..." - murmuró Tomás.
Sin embargo, recordando el consejo de su abuelo, decidió que no solo debía ser fuerte, sino también astuto y paciente. Se sentó a pensar, cuando de repente, los loros comenzaron a hablar.
"¡Tal vez necesito ayuda!", exclamó el príncipe.
Los loros se juntaron y le ofrecieron su ayuda. Juntos, idearon un plan. En lugar de intentar derribar el árbol, decidieron usar la fuerza de un gran grupo de animales. Con la ayuda de los loros, llamaron a todos los animales de los alrededores: ciervos, conejos y hasta un par de osos. Todos se reunieron en el jardín.
Cuando todos los animales estaban listos, Tomás dirigió la operación.
"A la de tres, ¡todos empujamos juntos!" - ordenó el príncipe emocionado.
"¡Uno, dos, tres!"
Todos comenzaron a empujar el árbol con todas sus fuerzas. El árbol tembló, sus raíces comenzaron a desarraigarse y, con un estruendo, ¡cayó! Cuando el árbol tocó el suelo, una brillante luz salió de su interior, y todo tipo de animales emergieron, danzando y brincando con alegría.
La princesa, al ver esto, comenzó a brillar y su triste figura se transformó en una hermosa luz dorada.
"¡Lo lograste, príncipe Tomás!" - exclamó Lina, ya libre de su hechizo. "Gracias por liberar a todos los animales y a mí también."
Tomás sonrió, su corazón rebosaba alegría.
"No lo hice solo, lo hicimos juntos. La unión hace la fuerza", respondió.
Desde ese día, el reino celebró su valentía y la bondad de los príncipes. El árbol, aunque caído, se convirtió en un hogar para muchos animales, y la Casa de los Loros siguió siendo un lugar mágico donde todos aprendieron que juntos, podían lograr lo imposible.
Y así, en un mundo lleno de colores y melodías, la princesa y el príncipe vivieron aventuras que siempre recordarán, rodeados de amigos y sabiendo que la verdadera magia reside en la colaboración y la amistad.
FIN.