La princesa y el árbol de los deseos
Había una vez, en un lejano reino, una dulce princesa llamada Lía. A Lía le encantaba pasear por los jardines del castillo y escuchar el canto de los pájaros. Pero había algo que siempre la hacía sentir un poco triste: no podía hacer amigos, ya que los otros niños del reino temían hablarle por su posición.
Un día, mientras exploraba el bosque que rodeaba el castillo, Lía se encontró con un árbol enorme y brillante. Las hojas del árbol tenían un resplandor dorado y, de pronto, escuchó una voz suave.
"¡Hola, princesa! Soy el árbol de los deseos. ¿Qué deseas en tu corazón?" - dijo el árbol.
Lía, sorprendida, respondió:
"Desearía tener amigos con quienes jugar y compartir mis aventuras."
El árbol sonrió y susurró:
"Tu deseo será concedido, pero deberás ayudar a otros también. Solo así encontrarás la verdadera amistad."
Emocionada, Lía regresó al castillo. Al día siguiente, decidió organizar una fiesta en el jardín, a la que invitó a todos los niños del reino.
"¡Vengan a mi fiesta! Habrá juegos y dulces deliciosos!" - gritó Lía desde la ventana.
Pero muchos niños dudaron.
"No sé si deberíamos ir... es la princesa, y al final no lo pasaremos bien" - murmuraba uno de ellos.
Sin embargo, un pequeño niño llamado Nicolás se armó de valor.
"¿Por qué no vamos? ¡Tal vez sea divertido!" - dijo, y su entusiasmo fue contagioso.
Finalmente, el día de la fiesta, muchos niños llegaron al jardín con un poco de miedo pero también con curiosidad. Lía les recibió con una gran sonrisa.
"¡Hola chicos! Estoy tan feliz de que vinieron. ¡Vamos a jugar!"
Los niños comenzaron a jugar juegos como la carrera de sacos y la búsqueda del tesoro.
"¡Lía, sos increíble!" - gritó una niña mientras competía en la carrera de sacos.
Con cada risa y juego, Lía se sentía más feliz. Pero al ver a algunos niños alejados, recordó las palabras del árbol: debía ayudar a otros.
Se acercó a ellos y les dijo:
"¿Quieren jugar con nosotros? Les prometo que se van a divertir mucho."
Al principio, los niños dudaron, pero al ver la sinceridad de Lía, decidieron unirse.
"Sí, por favor, ¡queremos jugar!" - dijeron los más tímidos.
La fiesta continuó y todos comenzaron a hacer amigos, riéndose y compartiendo historias.
Al final del día, mientras el sol se ponía, Lía se sintió plena y contenta. Justo en ese momento, el árbol de los deseos apareció entre los árboles del bosque.
"Felicidades, Lía. Has compartido alegría y amistad, y eso es lo que más valor tienen. Tu deseo se ha hecho realidad."
"Gracias, árbol mágico!" - gritó Lía.
Los niños, al escuchar la conversación, se acercaron curiosos.
"¿Un árbol de deseos?" - preguntó Nicolás.
Con la alegría en sus corazones y nuevas amistades, Lía y los niños decidieron hacer del bosque su lugar de encuentro. Así, cada semana se reunían para jugar, y el árbol de los deseos siempre les sonreía desde la distancia, sabiendo que había sembrado la verdadera amistad.
Y así, la princesa Lía aprendió que, a veces, las verdaderas maravillas se encuentran en los pequeños actos de bondad y en abrir el corazón a los demás. Desde ese día, el reino nunca volvió a ser el mismo y la risa de los niños llenó el aire, mientras el árbol de los deseos se sentía orgulloso, sabiendo que los sueños pueden hacerse realidad si estamos dispuestos a compartir.
Así que, niño o niña que escuchas esta historia antes de dormir, recuerda que la amistad y la bondad son tesoros que siempre estarán en tu corazón. ¡Dulces sueños!
FIN.