Había una vez en un reino lejano, una princesa llamada Sofía que decidió aventurarse por el bosque encantado.
Mientras caminaba entre los árboles y las flores silvestres, se dio cuenta de que ya no reconocía el camino de regreso al castillo.
Sofía comenzó a sentir miedo y desesperación al ver que la oscuridad del bosque caía sobre ella.
De repente, escuchó un rugido fuerte y vio cómo un enorme dragón salió de entre los árboles, lanzando fuego por su boca.
La princesa temblaba de miedo, pero recordó las historias que solían contarle sobre valientes caballeros y decidió enfrentar al dragón.
Con valentía, se acercó al monstruo y le dijo con determinación:- ¡Alto ahí, dragón!
No te tengo miedo.
Estoy perdida en este bosque, ¿me podrías ayudar a encontrar el camino de regreso?
El dragón quedó sorprendido por la valentía de la princesa y decidió guiarla a través del bosque.
Mientras caminaban juntos, el dragón le contaba historias sobre sus viajes por tierras lejanas y la princesa se olvidaba del miedo para disfrutar de la compañía inusual pero amigable del monstruo.
Después de horas de caminar, divisaron una luz brillante a lo lejos.
Al acercarse descubrieron un hermoso príncipe con una sonrisa radiante en su rostro.
- ¡Oh princesa perdida!
-exclamó el príncipe feliz-.
He estado buscándote por todo el bosque.
Me alegra verte sana y salva.
Sofía se sintió aliviada al ver al príncipe y agradecida con el dragón por haberla guiado hasta él.
Juntos emprendieron el camino de regreso al castillo, donde fueron recibidos con alegría y celebraciones.
Desde ese día en adelante, la princesa Sofía aprendió que no hay obstáculo demasiado grande si se enfrenta con valentía y bondad en el corazón.
Y así vivieron felices para siempre en aquel reino encantado donde incluso un dragón podía convertirse en amigo.