La Princesa y el Dragón Amigo



Había una vez, en un reino lejano, una hermosa princesa llamada Luna. Vivía en un castillo gigante, rodeada de murallas altas y un gran foso. Pero, había un problema: Luna estaba atrapada. No porque alguien la mantuviera presa, sino porque su familia la había sobreprotegido desde que era pequeña. Siempre le decían que el mundo exterior era peligroso y que debía permanecer en su seguro castillo.

Un día, mientras Luna miraba por la ventana, suspiró con tristeza. "¿Por qué tengo que quedarme aquí sola? Quiero ver el mundo, jugar y hacer amigos"- pensaba. En ese momento, en lo alto de una montaña cercana, un dragón llamado Fuego la observaba. Fuego era un dragón amable y amistoso que había perdido la habilidad de volar por un pequeño accidente. Pero él también estaba cansado de la soledad. Su corazón latió fuertemente al escuchar el suspiro de la princesa.

"Si tan solo pudiera ayudarla a salir de su prisión dorada. Tal vez pueda hacerla sonreír"- pensó Fuego. Con determinación, decidió que haría todo lo posible para conocerla.

Al día siguiente, Fuego se acercó sigilosamente al castillo y, desde la sombra de un gran árbol, le habló a Luna.

"Hola, princesa. Soy Fuego, el dragón"-

Luna se dio la vuelta, sorprendida. "¡Un dragón! Pero... ¿no deberías ser aterrador?"-

"La mayoría de los dragones son amables, y yo soy de esos. ¿No te gustaría tener un amigo?"- respondió Fuego, su voz cálida y acogedora.

Luna dudó un momento, pero el deseo de tener un amigo fue más fuerte. "Está bien, Fuego. Pero, ¿cómo podrías ayudarme a salir de aquí?"-

La voz de Fuego se llenó de entusiasmo. "Podría ofrecerte un viaje por el aire, ¿qué te parece?"-

"¡Eso suena increíble! Pero, ¿y si me atrapan?"-

"No te preocupes. Confía en mí, no dejaré que nada malo te pase"- prometió el dragón.

Después de pensarlo un poco, Luna decidió que valía la pena correr el riesgo. Salió del castillo, y juntos volaron por los cielos, sintiendo el viento en sus caras. Luna nunca había visto tanta belleza: campos verdes, ríos brillantes, y un horizonte que nunca parecía acabar.

Sin embargo, no todo fue fácil. Mientras volaban, se encontraron con un grupo de caballeros del reino, que al ver a la princesa montada en un dragón se alarmaron. "¡Detente, dragón! ¡Devuelve a la princesa!"- gritaron.

Fuego, decidido a proteger a Luna, voló más alto. "Luna, confía en mí y mantente firme"- le dijo.

"¡Yo confío en ti, Fuego! ¡No dejes que me atrapen!"- chilló Luna, sintiendo que la aventura emocionaba su corazón.

Los caballeros los siguieron, pero Fuego era ágil y veloz. Giraba en el aire, realizaba piruetas y hacía volteretas para confundir a sus perseguidos.

En un momento, Luna tuvo una idea. "Fuego, empecemos a bajar hacia el bosque. Tal vez allí no nos puedan seguir"- sugirió.

"¡Buena idea!"- contestó Fuego, asintiendo.

Bajaron rápidamente y se escondieron entre los árboles. Cuando los caballeros pasaron de largo, se refugiaron en una cueva.

"¡Esto ha sido genial!"- exclamó Luna, respirando profundamente, aún llena de adrenalina. "Ciertamente no es lo que esperaba en mi día"-

"¡Y eso es solo el comienzo! El mundo exterior es un lugar lleno de aventuras, solo hay que ser valiente"- le dijo Fuego, con una gran sonrisa en su rostro escamoso.

Después de un rato, Luna se dio cuenta de que más que un viaje, había encontrado una amistosa conexión.

"Fuego, gracias a vos, descubrí que hay mucho más en el mundo de lo que jamás imaginé. Y no tengo que tener miedo"- dijo la princesa.

Fuego sonrió. "Así es, mi amiga. Y aunque es importante ser precavido, también lo es disfrutar de la vida. Siempre que te mantengas rodeada de amigos y de quienes te quieren, estarás a salvo"-.

Luna regresó al castillo esa tarde, pero ya no era la misma. Había descubierto la amistad, la valentía y la alegría de vivir. Gracias a Fuego, entendía que el mundo exterior no era tan aterrador después de todo.

A partir de entonces, la princesa decidió contarle a su familia sobre sus aventuras y la importancia de la amistad y la libertad. Con el tiempo, su familia aprendió a confiar y a abrir las puertas del castillo no solo para Luna, sino para otros que, como ella, soñaban con explorar el mundo.

Y así, en un reino donde la vida solía ser restringida, un dragón y una princesa cambiaron la historia para siempre, mostrando que la verdadera amistad puede abrir las puertas que nunca imaginamos.

Así fue como, juntos, Fuego y Luna, empezaron a intercalar sus días entre las aventuras y la seguridad, enseñando a otros que la amistad es la mejor armadura para enfrentar la vida. ¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!

FIN.

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