La Princesa y el Dragón de Oro
Había una vez en un reino lejano, rodeado por un denso y mágico bosque, un hermoso castillo donde vivía la Princesa Valentina. Ella no era una princesa común; su corazón era tan grande como su curiosidad. Un día, mientras exploraba el bosque, Valentina escuchó un sonido extraño que llamó su atención.
"¿Qué será eso?" - se preguntó en voz alta mientras se adentraba entre los árboles.
De repente, se encontró con un dragón de escamas brillantes que resplandecían como el oro.
"¡Hola!" - dijo el dragón, sorprendido al ver a la princesa.
"¡Hola! Soy Valentina. ¿Y tú?" - respondió ella, intrigada.
El dragón, que se llamaba Dorado, le explicó que guardaba un tesoro oculto en el corazón del bosque: un enorme baúl lleno de oro. Pero había un problema. Cada vez que alguien trataba de acercarse a su tesoro, el bosque enloquecía, creando enredos y oscuridad.
"No estoy aquí para llevarte el oro", - dijo Valentina con determinación "Sólo quiero entender por qué el bosque se altera."
Dorado la miró con asombro, ya que nunca había conocido a alguien que no estuviera interesado en el oro.
"El oro me protege, pero a la vez, me hace estar sólo. Necesito un amigo, alguien que se preocupe por mí, no por mi tesoro." - confesó el dragón.
La princesa sintió una punzada de compasión. "Entiendo. Pero el oro no puede ser la única fuente de amistad. Podemos ser amigos, yo no tengo interés en el tesoro. Lo que realmente quiero es ayudarte a encontrar la alegría en cosas simples."
Dorado sonrió, y juntos comenzaron a explorar el bosque. Se lanzaron hojas secas, rieron con las criaturas del lugar y vieron como las flores brillaban al sol. Valentina pronto descubrió que el dragón era divertido y bondadoso, y que el oro, aunque hermoso, era igual de solitario.
Un día, mientras jugaban, escucharon un rugido distante.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Valentina, alerta.
"Suena como los monstruos de la oscuridad. Se acercan al bosque y quieren llevarse la magia de nuestro hogar!" - respondió Dorado preocupado.
No podían dejar que eso ocurriera. Valentina tuvo una idea: "¿Y si hacemos un tratado de paz con los monstruos? Tal vez no saben lo que el bosque significa para nosotros. Vamos a hablar con ellos."
Valentina y Dorado encontraron a los monstruos y, al principio, fueron un poco temerosos. Pero la princesa se acercó con valentía.
"¡Hola! Yo soy Valentina. ¿Por qué quieren llevarse la magia del bosque?"
Los monstruos, enojados y hambrientos, respondieron:
"No hay suficiente oro para nosotros. Solo queremos un poco de su magia para sobrevivir."
Valentina pensó rápido y dijo:
"¿Qué tal si les enseñamos cómo compartir el tesoro? Hay magia en cada rincón de este bosque que podemos compartir en lugar de robar!"
Dorado se unió a su lado.
"Y yo puedo ayudarlos a encontrar oro, pero no tomarlo para mí. Es más importante compartir y hacer de este un lugar feliz para todos."
Los monstruos, sorprendidos por la oferta, aceptaron. Juntos, comenzaron a trabajar en equipo, cultivando el bosque, compartiendo risas y creando un lugar donde todos pudieran vivir en paz. Valentina y Dorado mostraron a los monstruos cómo la amistad y la colaboración eran más valiosas que el oro.
Desde ese día, el bosque cobró vida como nunca antes. Las luces de felicidad brillaban y los colores vibraban, mostrando que la verdadera riqueza no estaba en el oro, sino en la unión y la comprensión.
Valentina, Dorado y los monstruos se convirtieron en amigos inseparables, y con su ayuda, el bosque se llenó de magia, risas y amor. Así, la princesa y el dragón aprendieron que, a veces, la mejor aventura es la de conocer y ayudar a otros, y que cada uno, sin importar cuán diferentes sean, puede tener un lugar en el mundo.
Y así, vivirán felices en su mágico bosque, recordando siempre que la amistad es el verdadero tesoro.
FIN.