La Princesa y el Dragón del Castillo
Era un hermoso día en el reino de Maravillia, donde la playa dorada se unía a las impresionantes torres del castillo. En ese castillo vivía la hermosa Princesa Elena, conocida por su bondad y su risa melodiosa. Todos la querían y todos la admiraban, incluso el valiente Príncipe Lucas, del reino vecino, que soñaba con casarse con ella.
Un día, mientras la Princesa Elena paseaba por la playa, se encontró con el Príncipe Lucas, quien le dijo:
"¡Hola, Princesa! Vengo a expresarte mis sentimientos. Me gustaría pedirte que te cases conmigo."
La princesa sonrió, pero antes de que pudiera responder, apareció el Rey Gerardo, el padre de Elena, con el ceño fruncido.
"Eso no sucederá, Lucas. Mi hija aún es muy joven y necesita madurar. No pienso permitir que te cases con ella."
El Príncipe Lucas se sintió triste, pero decidió que no se daría por vencido. Así que se le ocurrió un plan. Se dirigió a las montañas donde habitaba un terrible dragón llamado Drakar, que era temido por todos en el reino.
"Drakar, necesito tu ayuda. Si me ayudas a convencer al Rey de que me deje casarme con la Princesa, te prometo que te traeré las joyas del castillo."
El dragón, que anhelaba las joyas, aceptó ayudar al Príncipe y voló hacia el castillo, sembrando el pánico entre los guardias y la gente del pueblo.
La Reina Valeria, madre de Elena, se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Con su sabiduría, se acercó a su esposo, el Rey Gerardo, y le dijo:
"Mi amor, la mejor manera de proteger a nuestra hija es hablar con ella y entender sus deseos. No podemos obligarla a hacer algo que no quiere."
El Rey Gerardo dudó y se preguntó si quizás su esposa tenía razón. Mientras tanto, el Príncipe Lucas y el dragón llegaron ante la puerta del castillo.
"¡Rey Gerardo! ¡Sal y enfrenta al dragón!" gritó Lucas.
Pero la Reina Valeria salió al frente y les dijo con voz firme:
"Deténganse, ambos. Nadie debe ser forzado a hacer algo que no quiere. Cada uno tiene derecho a elegir su propio destino."
Con estas palabras, los corazones de todos comenzaron a cambiar. El Rey Gerardo, viendo la valentía de su esposa, decidió enfrentar la situación de una nueva manera.
"Muy bien, Príncipe Lucas. Si realmente amas a mi hija, hablemos primero con ella. Elena, ¿qué sientes por Lucas?"
La Princesa Elena, que había estado observando la escena, se acercó con tranquilidad:
"Padre, yo también he estado pensando en él. Lucas es un buen joven y lo aprecio. Pero también quiero tener la oportunidad de conocerlo mejor."
El Rey Gerardo miró a su esposa y se dio cuenta de lo correcto que era permitir que su hija tomara decisiones sobre su vida. Así que dijo:
"Entonces, decidimos hacer una prueba. Si su amor es verdadero, Lucas deberá demostrar su valentía, no ante el dragón, sino enfrente de las personas que lo rodean."
Entonces, se organizó una gran fiesta en la playa del castillo, donde la comunidad pudo conocer al Príncipe Lucas. Drakar, al ver el ambiente festivo y la alegría de las personas, decidió que no quería ser un dragón temido, y se unió a la celebración como un dragón gentil.
La fiesta fue un éxito, y todos bailaron y rieron juntos. La Reina Valeria sonrió al ver cómo la paz regresaba al reino, y el Rey Gerardo aceptó que el amor verdadero tiene su propio tiempo.
Al final del día, Lucas tomó la mano de Elena y le dijo:
"¿Te gustaría ser mi compañera en esta aventura llamada vida?"
Elena, aliviada y feliz, respondió:
"Sí, Lucas, pero siempre recordemos que el respeto y la amistad deben ser la base de todo."
Y así, el Príncipe y la Princesa comenzaron su historia juntos, rodeados de alegría y amor, con Drakar como su fiel amigo. Todos aprendieron que el amor verdadero no solo se trata de adquirir, sino de entender, respetar y compartir momentos hermosos.
Y desde entonces, en la playa del castillo, las risas nunca cesaron, mientras el sol se ponía en el horizonte, iluminando la unión de dos reinos en paz.
FIN.