La Princesa y el Dragón del Volcán


Había una vez en un reino muy lejano, una princesa llamada Sami. Ella vivía en un hermoso castillo junto a sus padres, el rey y la reina.

Sin embargo, Sami se sentía muy aburrida y triste porque sus padres la cuidaban demasiado y no la dejaban salir a explorar el mundo. Un día, mientras paseaba por los jardines del castillo, Sami escuchó un ruido extraño que venía de detrás de unos arbustos.

Curiosa como siempre fue, decidió investigar. Para su sorpresa, encontró a un enorme dragón escondido allí. - ¡Hola! -saludó Sami con entusiasmo. - Hola -respondió tímidamente el dragón. Sami notó que el dragón estaba asustado y herido en una de sus alas.

Así que decidió ayudarlo llevándolo al interior del castillo para curarlo. Después de algunas semanas cuidando al dragón, éste se recuperó completamente.

Agradecido por la ayuda recibida, le ofreció a Sami llevarla en su lomo para conocer lugares nuevos e interesantes. - ¿Quieres venir conmigo? -preguntó el dragón. - ¡Sí! -exclamó emocionada Sami. Así fue como comenzaron las aventuras de Sami y su amigo dragón.

Juntos recorrieron valles verdes y montañas nevadas hasta llegar al pie de un volcán activo donde decidieron establecerse. Allí construyeron una cabaña acogedora y empezaron a vivir felices rodeados de naturaleza salvaje. Sami aprendió a pescar, cocinar y cultivar plantas.

También descubrió que el volcán era un lugar lleno de sorpresas y peligros. Un día, mientras exploraban una cueva cercana, se encontraron con una familia de murciélagos en peligro por la erupción del volcán. Sami y su amigo dragón no dudaron ni un segundo en ayudarlos a salir sanos y salvos.

Después de este episodio, Sami comprendió que la vida fuera del castillo era muy emocionante pero también tenía sus riesgos. Aprendió a ser más cautelosa y responsable, valorando aún más la importancia de tener amigos leales como su dragón.

Finalmente, el rey y la reina se preocuparon mucho por la desaparición de su hija y decidieron buscarla por todo el reino.

Cuando llegaron al volcán vieron lo feliz que era Sami junto a su amigo dragón, así que aceptaron que ella había encontrado su verdadera felicidad. Desde entonces, cada vez que necesitaba algo especial o divertido para hacer en el castillo, sus padres permitían que ella invitara a su amigo dragón para compartir juntos nuevas aventuras.

Y así fue como Sami aprendió la lección más importante: nunca debemos tener miedo de explorar nuevos caminos porque siempre habrá alguien dispuesto a acompañarnos en nuestra aventura.

Dirección del Cuentito copiada!