La princesa y el dragón honestos


Había una vez en un lejano reino, una hermosa princesa llamada Ana. Ella vivía en un castillo rodeado de jardines llenos de flores y pájaros cantando.

Pero a pesar de tener todo lo que una princesa podría desear, Ana tenía un gran problema: era muy mentirosa. Un día, mientras paseaba por el bosque cercano al castillo, Ana se encontró con un enorme dragón verde.

El dragón estaba triste y solitario porque todos los demás habitantes del reino lo temían y huían cada vez que él se acercaba. Ana sintió pena por el dragón y decidió ayudarlo. Se acercó lentamente y le habló con amabilidad:- Hola, señor Dragón.

¿Por qué estás tan triste? El dragón levantó la cabeza sorprendido al escuchar a la princesa hablarle sin miedo. - Soy triste porque nadie quiere estar cerca de mí. Todos piensan que soy malvado y peligroso - respondió el dragón con voz triste.

Ana sonrió comprensiva y le dijo:- No te preocupes, yo sé cómo se siente eso. A veces también me siento sola por mis mentiras.

El dragón miró a la princesa confundido y le preguntó:- ¿Mentiras? ¿A qué te refieres? Ana suspiró y explicó:- Bueno, verás... Yo tengo la costumbre de inventar historias para impresionar a los demás o evitar meterme en problemas. Pero he descubierto que las mentiras solo me alejan más de las personas importantes en mi vida.

El dragón asintió con la cabeza y dijo:- Entiendo lo que dices. A mí también me gustaría cambiar y ser aceptado por los demás.

Ana sonrió y propuso una solución:- ¿Qué tal si nos ayudamos mutuamente? Tú puedes intentar ser más amable y yo prometo dejar de mentir. Juntos podemos demostrarle al reino que somos diferentes a como piensan. El dragón asintió emocionado, feliz de tener una amiga tan comprensiva como Ana.

Desde aquel día, Ana y el dragón se convirtieron en inseparables. La princesa dejó de contar mentiras y aprendió a decir siempre la verdad, incluso cuando era difícil. El dragón, por su parte, comenzó a actuar con gentileza hacia los demás habitantes del reino.

Poco a poco, las personas empezaron a notar el cambio en Ana y el dragón. Se dieron cuenta de que eran leales, valientes y sinceros. Pronto, todos los habitantes del reino comenzaron a acercarse a ellos sin miedo.

La princesa Ana aprendió una gran lección sobre la honestidad: no solo es importante para construir relaciones sólidas, sino que también puede cambiar la vida de las personas para mejor.

Y así fue cómo Ana y el dragón vivieron felices en el reino, siendo ejemplo de bondad y sinceridad para todos los demás.

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