La princesa y el mendigo



Había una vez en un reino lejano, un mendigo llamado Tito, que vivía en las afueras del castillo.

A pesar de no tener riquezas ni un hogar lujoso, Tito era feliz y agradecido por las pequeñas cosas que la vida le ofrecía. Un día, la princesa Sofía salió a pasear por los alrededores del castillo y se cruzó con Tito. Quedó sorprendida al verlo tan tranquilo y sereno, a pesar de no tener nada material.

Se acercó a él y entablaron una conversación amena. Sofía descubrió en Tito una sabiduría y bondad que nunca antes había encontrado en la corte. - ¡Hola! Soy Sofía, ¿cómo te llamas? - dijo la princesa con curiosidad.

- Yo soy Tito, un simple mendigo que disfruta de las pequeñas cosas de la vida - respondió él con una sonrisa sincera. Con el tiempo, Sofía y Tito se hicieron buenos amigos y compartieron momentos inolvidables juntos.

La princesa empezó a ver el mundo desde otra perspectiva gracias a la visión positiva de Tito. Un día, el rey se enteró de la amistad entre su hija y el mendigo.

Al principio, desaprobó esta relación debido a las diferencias sociales, pero al ver lo feliz que hacía a su hija estar con Tito, decidió permitir su amor.

Sin embargo, cuando Sofía le comunicó a Tito que podían estar juntos gracias al permiso real, él tomó una decisión inesperada:"Princesa Sofía, me has enseñado tanto sobre la verdadera felicidad y el amor desinteresado. Pero mi lugar está aquí fuera del castillo; mi hogar es donde puedo ser yo mismo sin pretensiones ni títulos nobles. Te llevaré siempre en mi corazón".

Sofía comprendió la nobleza de las palabras de Tito y respetó su decisión aunque le doliera profundamente. Los días pasaron y aunque ya no estaban juntos físicamente, ambos guardaban en sus corazones el cariño mutuo que habían compartido.

La princesa siguió visitando al mendigo cada vez que podía para escuchar sus sabias palabras. Y así fue como Este inspiraba a todos en el reino con su humildad y gratitud hacia la vida.

Su historia se convirtió en leyenda como un ejemplo vivo de cómo el amor verdadero trasciende barreras sociales e incluso distancias físicas.

Y colorín colorado este cuento ha terminado pero quedará siempre grabado en nuestros corazones como un recordatorio de que la verdadera riqueza reside en nuestra actitud ante la vida.

FIN.

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