La Princesa y el Príncipe del Bosque Encantado



Érase una vez, en un reino lejano, una hermosa princesa llamada Lía que vivía en un castillo brillante rodeado de jardines mágicos. Sin embargo, lo que muchos no sabían es que La princesa había caído bajo un antiguo hechizo que la mantenía cautiva en el Bosque Encantado, poblado de criaturas fantásticas y árboles que susurraban secretos al viento.

Un día, un valiente príncipe llamado Tomás, que se aventuraba a conocer el mundo más allá de su reino, decidió adentrarse en el misterioso bosque. A medida que cruzaba la espesa vegetación, escuchó una melodía suave que lo guiaba.

"¿Quién canta en el bosque?" - se preguntó Tomás, intrigado.

Siguió la dulce música hasta llegar a un claro donde encontró a una hermosa joven rodeada de luces brillantes. Era Lía, la princesa de la canción. Pero cuando Tomás se acercó, un duende apareció súbitamente.

"¡Detente, príncipe! ¿Crees que es tan fácil alcanzar a la princesa?" - exclamó el duende, cruzándose en su camino.

"¿Qué debo hacer para rescatarla?" - preguntó Tomás, decidido a no rendirse.

"Debes demostrar tu valentía. Solo así romperás el hechizo y liberarás a la princesa" - dijo el duende, desvaneciéndose en una nube de polvo de estrellas.

Un reto inesperado apareció ante Tomás: tres pruebas que pondrían a prueba su valentía. La primera prueba fue cruzar un puente hecho de ramas flacas que colgaba sobre un río de aguas turbulentas.

"No puedo caer, debo concentrarme" - pensó el príncipe. Con un paso firme, cruzó el puente, venciendo sus temores y sintiendo la adrenalina correr por sus venas.

La segunda prueba fue enfrentarse a una sombra que causaba miedo en el bosque. Era un gran oso que rugía, pero Tomás recordó las palabras de su madre:

"La valentía no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de seguir adelante a pesar de él".

Entonces, con calma, se acercó al oso y le habló dulcemente:

"No quiero hacerte daño, amigo. Solo busco liberar a la princesa".

El oso, sorprendido por la amabilidad del príncipe, se calmó y le permitió pasar. La última prueba era encontrar un cristal mágico escondido entre los árboles que le otorgaría el poder de liberar a Lía.

Tomás buscó entre los verdes y relucientes arbustos, y luego de un rato, vio un destello brillante. Al acercarse, encontró un hermoso cristal color azul que iluminaba su rostro.

"¡Lo encontré!" - exclamó emocionado.

De regreso al claro, Tomás levantó el cristal y, como si el bosque comprendiera su valentía, el hechizo comenzó a romperse. Lía despertó de su letargo, y el duende apareció nuevamente, esta vez sonriendo.

"Has demostrado que el verdadero valor no está solamente en la fuerza, sino en el corazón y la bondad. La princesa es libre".

Lía se levantó y, al ver a Tomás, sonrió.

"Gracias, príncipe. Dudo que un héroe de cuentos como yo haya encontrado a alguien con un corazón tan noble".

"Juntos podemos cambiar el futuro de nuestros reinos," - propuso Tomás.

"Es una idea maravillosa", - respondió Lía.

Así, Lía y Tomás se fueron, uniendo sus reinos y convirtiendo al Bosque Encantado en un lugar donde la valentía y la bondad reinaban, y donde muchos más podrían vivir aventuras extraordinarias y aprender el valor de la amistad y el trabajo en equipo. Y siempre se recordaba que la verdadera magia reside en el corazón de las personas.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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