La Princesa y la Luna



Había una vez, en un reino lejano, una hermosa princesa llamada Luna. Desde pequeña, Luna siempre miraba al cielo estrellado y soñaba con tocar la luna. "¡Quiero llegar hasta allí!"- decía cada noche, sus ojos llenos de brillo y anhelo.

Un día, mientras paseaba por el jardín del castillo, conoció a un anciano sabio que vivía cerca del lago. Él la observaba con una mirada comprensiva.

"¿Por qué estás tan triste, pequeña?"- le preguntó.

"Quiero llegar a la luna, pero no sé cómo hacerlo"- respondió la princesa con un suspiro.

"Para alcanzar tus sueños, a veces tenés que cambiar. ¿Estás dispuesta a convertirte en una mariposa?"- dijo el anciano.

"¿Una mariposa?"- inquirió ella, confundida.

"Sí. Las mariposas son libres y pueden volar alto, más allá de las nubes. Pero sólo podrás hacerlo si dejas de lado tus temores y aprendés a confiar en tus alas"- explicó el anciano.

Luna se quedó pensando. La idea de ser una mariposa la llenaba de emoción. "¡Hazlo!"- gritó, decidida. Con una sonrisa, el anciano le dio un pequeño polvo mágico, y en un instante, la princesa se transformó en una hermosa mariposa, de alas brillantes y colores vibrantes.

En su nueva forma, Luna sintió una felicidad inmensa. "¡Soy ligera y libre!"- exclamó mientras comenzaba a revolotear en el aire. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que volar hacia la luna no era tan fácil como parecía.

Primero, tuvo que aprender a alzar el vuelo. Las primeras veces se sentía torpe y se caía a cada rato. "¡Esto es más difícil de lo que creía!"- se quejaba.

Sin embargo, el espíritu aventurero de Luna la empujaba a seguir intentando, y poco a poco, comenzó a ganar confianza. Cuando sus alas se despliegan, el viento parecía acariciarlas, y así, con perseverancia y un poquito de valentía, comenzó a volar más alto.

Un día, mientras volaba alto en el cielo, conoció a otros insectos que también tenían grandes sueños. Una abeja le dijo:

"Yo quiero recolectar la miel más dulce del campo. ¿Por qué no volamos juntos hacia nuestro sueño?"- La mariposa asintió con entusiasmo. Uniendo sus fuerzas, formaron un pequeño grupo de amigos soñadores.

Así, Luna, la mariposa, y sus nuevos amigos viajaron juntos. Compartían historias y reían mientras cruzaban campos florecidos. Pero cuando llegó la noche, sus corazones empezaron a temblar al ver lo lejos que aún había que volar.

"No sé si podré llegar. La luna se ve tan lejana"- dijo una luciérnaga, que también se había unido a ellos.

"No debemos rendirnos. Cada pequeño aleteo nos acerca más a nuestras metas"- respondió Luna, con determinación.

Con renovadas energías, el grupo continuó su travesía. Finalmente, cuando llegaron a la cima de una colina alta, Luna alzó la vista y vio la luna más cerca que nunca.

"¡Miren, amigos! ¡Ya podemos tocarla!"- exclamó, emocionada. Sin pensarlo, se lanzó al aire, subiendo más alto que antes, y, en un toque mágico del destino, con un batir de sus alas, alcanzó la luna.

Allí, la luna la recibió alegremente. "¡Bienvenida, pequeña mariposa!"- dijo con voz suave. Luna se sintió llena de felicidad y satisfacción por haber alcanzado su sueño.

"Gracias, amiga luna, por permitirme estar aquí. Prometo compartir este momento con todos mis amigos"- respondió, sintiendo que su viaje había sido tan importante como el destino en sí.

Al regresar al jardín del castillo, el anciano sabio la esperó con una sonrisa.

"Aprendiste que los sueños requieren esfuerzo y valor. Ahora, eres libre, como una mariposa en el cielo"- le dijo.

Luna sonrió en agradecimiento. Había comprendido que a veces, para volar alto, había que convertirse en algo diferente, pero lo más importante era nunca dejar de creer en uno mismo.

Y así, la princesa Luna siguió siendo una mariposa en su corazón, llevando alegría no solo a su reino, sino a todos los que soñaban con volar.

FIN.

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