La Princesa y la Ventana Prohibida



En un reino lejano, vivía una dulce princesa llamada Sofía. Su padre, el Rey Tobías, era un hombre muy querido por su pueblo, pero también era extremadamente sobreprotector con su única hija. Desde que Sofía era pequeña, había vivido en un hermoso castillo rodeado de un vasto jardín, pero siempre había una norma que debía seguir:

"No te acerques a la ventana del ala norte, Sofía" - le decía el Rey con firmeza. "Es peligrosa y no entiendo por qué, pero así deben ser las cosas".

Sofía, curiosa por naturaleza, pasaba horas mirando por la ventana del ala sur, suspirando mientras veía a los niños del pueblo jugar. Por eso decidió que el día de su cumpleaños, iba a hacer algo diferente.

Era la mañana de su décimo cumpleaños y, aunque había muchas fiestas en el castillo, Sofía solo podía pensar en el misterio de la ventana prohibida. Así que, aprovechando la distracción de los preparativos, se escabulló hacia el ala norte.

Al llegar, se encontró con una puerta cerrada, pero en un rincón había una pequeña llave dorada.

"¡Esto es increíble!" - exclamó Sofía. "Quizás sea la llave que abrirá la puerta". Con cuidado, la insertó en la cerradura y el sonido del cerrojo abriéndose la llenó de emoción.

Al abrir la puerta, Sofía se encontró con un cuarto polvoriento, lleno de libros y mapas de tierras lejanas. Pero lo más sorprendente era la ventana, que se abría a un paisaje deslumbrante, donde los animales saltaban y los árboles danzaban con el viento.

"¿Por qué mi padre no quiere que vea esto?" - pensó Sofía. Sin pensarlo, se acercó a la ventana y dejó que una brisa suave roce su rostro. En ese momento, escuchó un suave ruido detrás de ella. Era un pequeño dragón de colores brillantes.

"¡Hola, princesa!" - dijo el dragón emocionado. "Soy Tico. Nunca había visto a alguien aquí".

"Hola, Tico. Soy Sofía. ¿Qué haces en este lugar?" - preguntó la princesa.

"Soy el guardián de la ventana. Este lugar es mágico, pero sólo quienes tienen el valor de explorar pueden conocerlo" - explicó el dragón. "Tu padre no quiere que salgas porque teme por tu seguridad. Pero la aventura te hará más fuerte, Sofía".

Sofía, sintiendo una chispa de valentía, decidió que era hora de hacer algo. Ya no quería estar encerrada. Tenía que mostrarle a su padre lo que había encontrado.

"Tico, tengo que hablar con mi papá" - dijo Sofía con determinación. "Voy a explicarle que la vida no se vive sólo desde dentro de un castillo".

Juntos, el dragón y la princesa regresaron al castillo. En el camino, Tico le enseñó sobre el reino: cómo todos los días los aldeanos luchaban por su felicidad, cómo cuidaban de sus trigos, y lo importante que era la libertad para todos.

Al regresar al castillo, Sofía encontró a su padre en su despacho. Estaba escribiendo documentos, pero al verla, su rostro se iluminó.

"¡Sofía! ¿Dónde te has metido?" - preguntó el rey, preocupado.

"Papá, encontré algo mágico. Hay un mundo hermoso ahí afuera y quiero compartirlo contigo" - dijo Sofía, con una mezcla de emoción y nervios.

El Rey Tobías escuchó la historia de su hija sobre el cuarto y el dragón, asombrándose ante la valentía que mostró.

"Pero hija, no puedo permitir que te expongas a los peligros del mundo" - respondió el rey, aunque en su voz había un atisbo de duda.

"Papá, estoy creciendo. Y aunque entiendo tu preocupación, necesito ver el mundo. Prometo que seré cuidadosa y que volveré temprano" - insistió Sofía.

El rey, mirando a los ojos de su hija, se dio cuenta de que debía confiar en ella. Y, por primera vez, decidió abrir el corazón y permitirle salir con una advertencia:

"Está bien, Sofía. Pero debes regresar antes del atardecer. Hay mucho que aprender y explorar. Y siempre recuerda que aquí, en el castillo, estaré esperando tu regreso".

Desde ese día, Sofía comenzó a aventurarse más allá de los muros del castillo, siempre acompañada por su amigo Tico. Aprendió sobre la amistad, la valentía y la importancia de la libertad, mientras su padre, poco a poco, comprendía que dejar ir también significaba amar.

Los días pasaron y el rey notó cómo su hija florecía al aire libre, y le prometió que poco a poco, reformaría las reglas del castillo para que ella pudiera ser libre y feliz. Así, un pasado de sobreprotección se transformaba en un presente de confianza y amor.

Y así, mientras los días transcurrían, Sofía se convirtió en una princesa valiente y sabia, y el reino se llenó de alegría, aventuras y nuevos horizontes. Nunca olvidó que la ventana prohibida era solo el inicio de sus grandes sueños.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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