La princesa y las flores encantadas
En un reino muy lejano, vivía Francesca, una princesa pequeña pero valiente y curiosa. Francesca era conocida por su amor por la naturaleza y los animales.
Pasaba horas explorando los jardines del castillo y hablando con los pájaros y las mariposas. Un día, mientras paseaba por el bosque encantado que rodeaba el castillo, Francesca se encontró con una extraña planta que nunca antes había visto. Tenía flores de colores brillantes y un aroma dulce y embriagador.
Sin pensarlo dos veces, la princesa decidió probar una de las flores. Al instante, Francesca sintió una extraña somnolencia invadir todo su cuerpo. Se sentó en el suelo y, sin darse cuenta, se quedó profundamente dormida.
Cuando despertó, se dio cuenta de que algo extraño había sucedido: ya no estaba en el bosque encantado, sino en medio de un campo lleno de hermosas flores silvestres.
Confundida pero decidida a encontrar su camino de regreso al castillo, Francesca comenzó a caminar por el campo. Pronto se dio cuenta de que las flores a su alrededor parecían cobrar vida propia: brillaban con colores aún más intensos y emitían una luz cálida y reconfortante.
De repente, escuchó una voz melodiosa que parecía susurrarle al oído:"Querida princesa, has demostrado ser valiente y curiosa al mismo tiempo. Esa es la clave para superar cualquier desafío".
Francesca siguió la voz hasta llegar a un claro en medio del campo donde se encontraba Florinda, la hada de las flores. "Soy Florinda", dijo el hada con una sonrisa amable. "Has probado la Flor Encantada sin temor alguno y eso te ha llevado a descubrir este lugar mágico".
La princesa quedó asombrada ante la presencia del hada y le contó cómo llegó hasta allí. Florinda explicó que la Flor Encantada tenía el poder de transportar a quien la probaba a un lugar especial donde podía aprender valiosas lecciones sobre sí mismo.
"Querida Francesca", continuó Florinda. "Tú eres como estas flores: pequeña pero llena de belleza interior. Aprende a valorarte tal como eres y nunca temas explorar lo desconocido".
Con estas palabras resonando en su corazón, Francesca cerró los ojos con fuerza e hizo un deseo desde lo más profundo de su ser: quería regresar al castillo junto a su familia. Cuando abrió los ojos nuevamente, se encontraba frente al portón principal del castillo.
Corrió hacia adentro y abrazó a sus padres con alegría. Desde ese día, Francesca recordaría siempre la lección aprendida en aquel campo mágico: no importa cuán pequeños nos veamos por fuera; lo importante es cuánto brilla nuestra luz interior.
FIN.