La Princesa y su Pie Esguinzado
Había una vez, en un hermoso palacio de cristal y oro, una princesa llamada Lila. Lila vivía sola en el palacio, rodeada de jardines llenos de flores de todos los colores, pero siempre sentía un pequeño vacío en su corazón. Cada día, miraba por la ventana, esperando que algo emocionante sucediera.
Una mañana, llena de energía y con una sonrisa radiante, Lila decidió que era un buen día para correr por su habitación. "¡Hoy me siento como una gacela!"-, exclamó. Así que comenzó a correr, riendo y saltando, sintiendo que el viento jugaba con su cabello. Pero, en un instante de distracción, su pie se dobló y un fuerte dolor recorrió su pierna. "¡Ay!"-, gritó. Lila había esguinzado su pie.
Desesperada, se sentó en la cama y observó su pie hinchado. "Esto no puede estar sucediendo. Quería divertirme, no hacerme daño"-, se lamentó. Se sintió triste y sola, pero sabía que el lamento no solucionaría su problema.
Mientras contemplaba las balas de flores que decoraban su habitación, escuchó un suave ruido. Era su fiel compañero, un sabio búho llamado Oliver. "¿Qué te pasa, pequeña princesa?"- preguntó con su voz apacible.
"Me he hecho daño y no puedo correr más. Todo lo que quería era disfrutar de un día divertido y ahora estoy atrapada aquí"-, respondió Lila, con lágrimas en los ojos.
Oliver, con su mirada comprensiva, le dijo: "A veces, las cosas no salen como las planeamos. Pero, aunque no puedas correr, eso no significa que no puedas disfrutar del día"-.
Curiosa, Lila preguntó: "¿Cómo puedo disfrutar sin poder correr?"-
"Aprovecha este tiempo para explorar tus otras habilidades, tu mente, tu creatividad"-, explicó Oliver. "Podés dibujar, inventar historias o hasta aprender sobre el mundo que te rodea"-.
Lila pensó en las palabras de Oliver. "Tenés razón, Oliver. No todo lo divertido tiene que ver con correr"-, dijo sonriendo levemente. Entonces, decidió hacer un dibujo. Se levantó despacio, buscando sus lápices y cuaderno. Mientras dibujaba, se olvidó del dolor y dejó volar su imaginación, creando un mundo donde corrían dragones de colores y hadas jugaban por los campos.
Con cada trazo, Lila comenzó a sentirse feliz nuevamente, y se dio cuenta de que podía contar historias a través de sus dibujos. Las horas pasaron volando. En la tarde, mientras Lila estaba concentrada, Oliver volvió a interrumpirla. "¿Vas a compartir tus historias, princesa?"- le preguntó.
"¡Claro que sí! Pero, ¿con quién?"- dijo Lila, un poco dudosa.
Oliver le sugirió que organizara un pequeño espectáculo en el jardín del palacio. Lila se emocionó con la idea y, aunque no podía correr, planeó su presentación. Con la ayuda de Oliver, preparó decoraciones hechas a mano y convocó a todos los animales del campo para que vinieran a disfrutar.
El día del espectáculo, Lila se sentó en una hermosa alfombra en el jardín. Los animales llegaron curiosos, se acomodaron a su alrededor y la princesa comenzó a narrar sus historias llenas de magia y amistad. Todos se reían y aplaudían, y Lila sintió que su corazón se llenaba de alegría.
Al final de la tarde, Lila miró a su alrededor y se dio cuenta de que había hecho nuevos amigos y había compartido su imaginación. "Gracias, Oliver. No hubiera pensado en esto si no fuera por vos"-, dijo.
"Aprendiste una valiosa lección hoy, querida princesa. A veces, las dificultades nos llevan a descubrir cosas maravillosas"-, respondió el búho con una sonrisa.
Desde aquel día, aunque el pie de Lila sanara y volviera a correr, ella nunca olvidó el poder de la creatividad y la amistad. Aprendió que siempre puede haber alegría en los momentos que parecen difíciles.
Y así, la princesa Lila vivió feliz, creando cuentos en su palacio y compartiéndolos con los amigos que había hecho en su jardincito, donde antes solo había una princesa solitaria. Su corazón, años después, nunca dejó de estar colmado de colores y risas.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.