La princesa y su verdadera identidad
Había una vez en un reino lejano una hermosa princesa llamada Belianny. Ella era conocida por su bondad, inteligencia y belleza, pero sobre todo por su dulce nombre.
Su abuela, la Reina Beatriz, siempre la llamaba —"Belia" como muestra de cariño. Un día soleado, mientras Belianny paseaba por los jardines del castillo con su abuela, escuchó a lo lejos a unos niños que jugaban y se divertían.
La princesa se acercó corriendo para unirse a ellos y jugar al escondite. Pasaron las horas y todos se divirtieron tanto que perdieron la noción del tiempo. Al atardecer, la Reina Beatriz llamó a su nieta: "-Belia, es hora de regresar al castillo". Pero no hubo respuesta.
La abuela buscó por todas partes, entre los árboles frondosos y detrás de las flores coloridas, pero Belianny no aparecía. La preocupación invadió el corazón de la Reina Beatriz.
Llamó a sus guardias y criados para que la ayudaran en la búsqueda de la princesa desaparecida. Recorrieron cada rincón del reino sin encontrar rastro alguno de Belianny. Mientras tanto, Belianny había seguido jugando con los niños hasta que el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte.
De repente, recordó que debía regresar al castillo antes de que anocheciera. Corrió tan rápido como pudo hacia el lugar donde había dejado a su abuela, pero ya no estaba allí.
Desesperada y asustada, la princesa comenzó a llamar en medio del bosque oscurecido: "-¡Abu! ¡Abu! ¿Dónde estás?" Pero solo el eco le devolvía sus palabras vacías.
En ese momento crucial, cuando Belianny sentía miedo y soledad en lo más profundo de su ser, una luz brillante iluminó el camino frente a ella. Siguiendo esa luz guiadora llegó hasta un claro donde encontró a su abuela arrodillada rezando por su seguridad. La emoción invadió sus corazones cuando se reunieron nuevamente.
La Reina Beatriz abrazó fuertemente a Belianny y le dijo: "-Mi querida Belia... nunca olvides quién eres ni cómo te llamas. Tu nombre es tu identidad y tu historia".
Desde aquel día, Belianny comprendió la importancia de recordar quién era en todo momento y valorar cada parte de sí misma, incluso su nombre completo. Aprendió que las palabras tienen poder y significado; que cada uno tiene una identidad única e irrepetible digna de ser honrada.
Y así continuaron viviendo felices en el castillo junto con todos los habitantes del reino quienes celebraban cada día recordando la valiosa lección aprendida: nunca olvidar quiénes somos ni cómo nos llaman nuestros seres queridos porque eso forma parte fundamental de nuestra historia personal.
FIN.