La promesa de Halloween



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, dos amigos muy traviesos y curiosos llamados Javier y Gabriel. Estaban muy emocionados porque se acercaba la noche de Halloween, su fiesta favorita del año.

Decidieron disfrazarse para vivir una aventura mágica. Javier eligió disfrazarse de vampiro, con una capa negra larga y colmillos puntiagudos. Gabriel, por otro lado, decidió ser un fantasma, con una sábana blanca que lo cubría de pies a cabeza.

Juntos salieron a las calles decoradas con calabazas y luces tenebrosas. Mientras caminaban entre risas y juegos, algo extraño sucedió: un portal misterioso se abrió frente a ellos.

Sin pensarlo dos veces, los amigos decidieron cruzarlo sin saber qué les esperaba al otro lado. Cuando llegaron al otro lado del portal, quedaron maravillados. Se encontraban en el mundo de Halloween donde todo era posible.

Había monstruos amigables jugando en las calles iluminadas por la luna llena y caramelos flotantes llenaban el aire. - ¡Esto es increíble! -exclamó Javier emocionado-. ¡Vamos a vivir una noche mágica! Los amigos comenzaron a explorar el lugar mientras recogían dulces e interactuaban con los habitantes del mundo de Halloween.

Se divirtieron mucho haciendo trucos de magia junto a brujas risueñas y compitiendo en carreras contra zombis veloces. De repente, escucharon un llanto proveniente de un callejón oscuro. Sin dudarlo, corrieron en su ayuda y encontraron a un pequeño monstruo llorando.

- ¿Qué te pasa? -preguntó Gabriel con ternura. El monstruito sollozante les explicó que estaba perdido y no podía encontrar el camino de regreso a casa. Javier y Gabriel se miraron preocupados pero decidieron ayudarlo.

Juntos, caminaron por las calles del mundo de Halloween buscando pistas para ayudar al pequeño monstruo. Preguntaron a los habitantes del lugar, quienes amablemente les dieron indicaciones y consejos.

Finalmente, después de una búsqueda incansable, encontraron la puerta que llevaba al hogar del pequeño monstruo. Lleno de alegría, el monstruito les dio las gracias a Javier y Gabriel por su amabilidad y valentía. - Ustedes son verdaderos héroes -dijo mientras secaba sus lágrimas-. Nunca olvidaré lo que han hecho por mí.

Los amigos sonrieron orgullosos y se despidieron del pequeño monstruo.

Sabían que habían tenido una noche mágica llena de aventuras inolvidables pero también habían aprendido algo muy importante: la importancia de ayudar a los demás sin importar cómo sean o qué aspecto tengan. De regreso en Villa Alegre, Javier y Gabriel contaron emocionados todas sus experiencias en el mundo de Halloween. Desde ese día, se prometieron siempre estar dispuestos a tender una mano amiga cuando alguien lo necesite.

Y así concluyó esta historia mágica donde dos amigos descubrieron que la verdadera magia reside en hacer el bien sin esperar nada a cambio.

FIN.

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