La Promesa Perfecta



Era un día soleado en la escuela del pequeño pueblo de Valle Verde. Los alumnos de la clase de historia estaban muy emocionados porque su querido maestro, Don Pepe, había prometido contarles una historia fascinante. Todos se acomodaron en sus pupitres, atentos a lo que iba a narrar.

"Hoy les voy a hablar de una promesa maravillosa", comenzó Don Pepe con una sonrisa.

Los ojos de los niños brillaban de curiosidad.

"Hace mucho, mucho tiempo, en un mundo lleno de aventuras y misterios, hubo un hombre llamado Noé. Todo el mundo se había olvidado de ser bueno, y el mundo estaba en problemas. Pero Noé era diferente. Él escuchó la voz de Dios, y Dios le hizo una promesa: `Te salvaré a ti y a tu familia si construyes un arca para llevar a todos los animales.`"

Los chicos se miraron entre sí, intrigados.

"¿Y qué pasó después?" preguntó María, una niña con dos coletas.

"Noé confiaba en la promesa de Dios y construyó el arca con mucho esfuerzo. Cuando llegó la lluvia, él y su familia se subieron al arca junto con los animales. Y después, Dios hizo una promesa más: `Nunca más destruiré la tierra con agua, y les daré un arcoíris como señal de mi promesa.`¨

Los chicos aplaudieron emocionados.

"¡Qué hermoso!" exclamó Lucas, el más travieso del grupo.

"Así es, Lucas. Pero la historia no termina ahí. A muchos años después, había un hombre llamado Abraham. Dios también le hizo una gran promesa a él: `Te haré padre de una gran nación y te bendeciré.`"

"¿Y cumplió su promesa?" preguntó Valentina, con los ojos abiertos de par en par.

"Claro, Valen. Abraham tuvo un hijo llamado Isaac, y de Isaac salieron muchas generaciones que formaron un gran pueblo. Cada vez que Dios hacía una promesa, la cumplía. Y así pasaron los años. Luego llegó Moisés, a quien Dios le prometió liberar al pueblo de la esclavitud en Egipto. Y sí, lo hizo mediante muchas maravillas."

"¡Qué emocionante!" dijo Rodrigo, soñador.

"Y luego estuvo el rey David, a quien Dios hizo otra promesa: `Tu casa será eterna y de tu descendencia vendrá un gran rey.`"

"¿Y quién era ese rey?" preguntó Sofía.

"¡Justamente! Esa promesa se refería a un niño que nacería en Belén. Cada promesa que Dios hizo a lo largo de la historia siempre apuntaba a algo especial: a alguien que traería esperanza y amor al mundo. Así que, cuando llegó el momento, Dios envió a su hijo, Jesús. Él era la respuesta a todas esas promesas, el gran regalo para la humanidad."

Los niños estaban muy callados, escuchando con atención. Con cada personaje que Don Pepe mencionaba, iban viendo un pequeño hilo que unía las historias de todos ellos.

"¿Y entonces, qué hizo Jesús?" preguntó Mateo, intrigado.

"Él mostró a todos cómo amar, cómo ser buenos unos con otros y cómo vivir en paz. Y lo más importante, dio su vida por todos nosotros, para que pudiéramos sentir el amor y la bondad de Dios en nuestros corazones."

De repente, una nube cubrió el sol, y el aula se llenó de un misterioso aire.

"Don Pepe, ¿por qué es importante que sepamos de todas estas promesas?" preguntó Clara.

"Porque cada promesa nos recuerda que siempre hay esperanza, niños. Cuando sentimos que las cosas no van bien, podemos acordarnos de que las promesas son reales, y que nunca estamos solos. Dios nunca se olvida de nosotros. Siempre tiene un plan y una razón para cada cosa."

Un silencio reflexivo llenó el salón mientras los niños pensaban en las palabras de su maestro. Regresando la luz del sol, Don Pepe sonrió de nuevo.

"Así que cada vez que vean un arcoíris, piensen en las promesas de Dios. Y cuando sientan que el amor y la esperanza crecen en sus corazones, recuerden que eso también es parte de esa gran promesa que se inició desde Noé hasta Jesús."

Los niños aplaudieron y gritaron juntos:

"¡Gracias, Don Pepe! ¡Nos encantó!"

Y así, con corazones llenos de esperanza y aprendizaje, los niños abandonaron el aula, sabiendo que en cada historia hay luz y promesas que nunca se rompen.

FIN.

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