La protectora de la comunidad


Un día, mientras Ana paseaba por su barrio, vio a un grupo de niños mayores que se burlaban de uno más pequeño. Ella no podía quedarse quieta y decidió intervenir.

- ¡Oigan! ¿Qué están haciendo? -dijo Ana acercándose al grupo. - Nada que te importe, mocosa -respondió uno de los chicos mayores con desprecio. - Claro que me importa. No está bien burlarse de alguien así -insistió Ana valientemente.

Los chicos mayores empezaron a reírse aún más fuerte y se acercaron amenazantes hacia ella. Pero justo en ese momento, apareció un anciano misterioso vestido con una capa negra y les dijo:- Dejen en paz a la niña. No saben con quién se meten.

Los chicos mayores huyeron asustados ante el anciano misterioso y Ana le miró sorprendida y agradecida. - Gracias por ayudarme -dijo Ana sonriéndole al anciano misterioso-. ¿Quién eres? El hombre le respondió: - Soy el protector del barrio.

Me encargo de mantener la justicia aquí donde vivo hace muchos años. - Ana quedó admirada ante las palabras del protector del barrio y decidió seguir sus pasos para hacer el mundo un lugar mejor.

Entonces, comenzó a investigar todo lo que podía sobre él, buscando información en libros e internet para conocer más sobre cómo proteger su comunidad como lo hacía el anciano misterioso. Un día, mientras caminaba por el parque, escuchó llorar a una niña detrás de unos arbustos.

Se acercó cuidadosamente y vio que la niña tenía un brazo roto. Ana se asustó, pero recordó las palabras del protector del barrio y decidió actuar. - Hola, ¿estás bien? -preguntó Ana con ternura a la niña herida.

La niña le respondió llorando que no podía mover el brazo y que sus padres estaban trabajando en ese momento. Ana rápidamente buscó ayuda y encontró a una enfermera cercana al parque.

La enfermera ayudó a la niña a inmovilizar su brazo hasta que llegaron sus padres.

Después de ese día, Ana se dio cuenta de cuántas cosas había en su comunidad por mejorar: calles peligrosas, personas mayores que necesitaban ayuda para cruzar la calle, animales abandonados sin hogar... Y ella quería ser como el protector del barrio para poder hacer algo al respecto.

Con mucho esfuerzo y dedicación, Ana comenzó a organizar campañas de limpieza en el barrio para mantenerlo más limpio y seguro; también creó grupos para ayudar a los ancianos o personas discapacitadas con las compras o trámites diarios. Poco a poco, Ana fue ganando fama en su comunidad como una persona solidaria y valiente.

Todos sabían que si alguien necesitaba ayuda o estaba pasando por una situación difícil podía contar con ella. Un día mientras caminaba por el centro comercial local vio al protector del barrio sentado solo en un banco mirando hacia el cielo. - - Hola Protector! -dijo emocionada-.

Quería decirte gracias por inspirarme tanto cada día! El hombre le respondió: - No tienes que agradecerme. Siempre supe que tu eres una niña especial y valiente. Estoy muy orgulloso de ti.

Ana se sintió tan feliz por las palabras del protector del barrio, porque sabía que él era un hombre sabio y experimentado. Ella había aprendido mucho de él y estaba lista para seguir luchando por la justicia en su comunidad.

A partir de ese día, Ana se convirtió en la nueva protectora del barrio, llevando adelante las enseñanzas del anciano misterioso y siendo un ejemplo para todos los niños y adultos de su comunidad.

Y así, el mundo se volvió un lugar mejor gracias a ella.

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